Entre 1999 y 2015 desaparecieron unos 100.000 orangutanes por la deforestación y la caza ilegal
Recientemente los investigadores utilizan drones para localizar los nidos de orangután
El orangután de Tapanuli, descubierto recientemente en 2017 en los bosques montañosos de Batang Toru, -en una extensión aproximada de 1.000 km2-, en la provincia de Sumatra del Norte (Indonesia), ya es la especie de gran simio más amenazada del planeta. Se estima que quedan unos 800 ejemplares. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) se encuentra en peligro crítico. Tan solo a un peldaño de la extinción, al igual que las otras dos especies ya conocidas de orangutanes, repartidas entre Indonesia y Malasia, como el orangután de Borneo (unos 55.000 ejemplares) y el de Sumatra (unos 14.000). Ha tardado miles de años en salir a la luz, pero su desaparición puede ser mucho más rápida. “El gobierno indonesio ha dado luz verde a la construcción de una presa para generar electricidad a cargo de la PT North Sumatra Hydro Energy justo en el lugar con mayor densidad de población de la nueva especie, allí viven unos 42 individuos”, denuncia Serge Wich, profesor de Biología de primates, de la Universidad John Moores de Liverpool, y miembro del equipo internacional que describió por primera vez al orangután de Tapanuli.

Ejemplar de Orangután de Tapanuli, Sumatra del Norte (Indonesia). FOTOGRAFÍA: Andrew Walmsley
Amenazas
En la actualidad, la principal amenaza a la que se enfrentan todas las especies de orangután es la desaparición de su hábitat natural debido a la deforestación. Según varios estudios, desde el año 2000, el sudeste asiático ha perdido el 14% de sus bosques. “En los últimos 30 años se ha eliminado el 80% del hábitat natural de los orangutanes, y cada año desaparece el equivalente a 300 campos de fútbol y mueren unos 6.000 orangutanes, siendo optimistas, señala Leif Cocks, conservacionista y presidente de The Orangutan Project. Las causas son múltiples: incendios intencionados, concesiones madereras, -en busca de maderas muy apreciadas como el ramen y el meranti-, la industria de pulpa de papel, la minería, los monocultivos como el del aceite de palma, o la expansión de la agricultura de subsistencia. Se calcula que entre 1999 y 2015 desaparecieron entorno a 100.000 orangutanes.

Hembra de Orangután de Borneo con su cría, en el Parque Nacional de Tanjung Puting (Kalimantan, Indonesia). FOTOGRAFÍA: Diego Sánchez
“Sabemos que en Belantikan (Borneo central) una empresa maderera posee 97.000 hectáreas y que ahí viven unos 6.000 orangutanes. Hay que luchar para conseguir que se haga una buena gestión de los bosques, solo así podrán sobrevivir”, señala Ashley Leiman, directora de la Fundación Orangután de Reino Unido, dedicada a la investigación y reintroducción de orangutanes en Borneo. Otro gran peligro es la caza ilegal y la muerte de estos primates por conflictos con los humanos cuando se internan en los campos de cultivo en busca de alimento. “Para los agricultores suponen una plaga y les tienen miedo, pero con su hábitat destruida, los orangutanes se mueren de inanición. Debido a que son los animales más inteligentes, después de los humanos, no solo es un problema de conservación, también se trata de una cuestión humanitaria, es una historia de horror y sufrimiento”, alerta Cocks.
Drones para salvar desde el aire a los orangutanes
El reloj corre en contra de los moradores de la selva y los investigadores ahora centran sus esfuerzos en contarlos, saber su número exacto y monitorizarlos, para determinar con qué rapidez se produce su declive. Tradicionalmente la localización se hace por vía terrestre con incursiones en el bosque y caminando en línea recta para tratar de localizar los nidos, siempre situados en lo más alto de los árboles, a unos 100 metros de altura. Pero se trata de un proceso lento, porque hay que caminar por zonas pantanosas y de difícil acceso. En algunas ocasiones han utilizado helicópteros, que proporcionan unas imágenes aéreas de mayor rango, pero son costosos y no siempre están disponibles. “Recientemente estamos utilizando drones en la zona de Sabah (en la parte malaya de Borneo) con los que tomamos centenares de fotografías del dosel de la selva, y luego las analizamos con la ayuda de programas informáticos para contar los nidos y determinar la densidad y la distribución de las poblaciones para poder protegerlos mejor”, afirma el biólogo Serge Wich, con más de 25 años de trabajo sobre el terreno.

El temible macho “Win Gayo”, espera a ser trasladado a los remotos bosques de Bukit Tigapuluh National Park, Sumatra (Indonesia) FOTOGRAFÍA: THE ORANGUTAN PROJECT
El gran problema para los conservacionistas es que el 80% de estos grandes simios se encuentra fuera de las zonas protegidas, diseminados en pequeños “parches” de selva, diminutas islas verdes en medio de un océano de plantaciones, asentamientos humanos y carreteras. Recientemente, los investigadores han descubierto que en el bosque fragmentado, hay una mayor persistencia de los orangutanes de lo que se creía y que es crucial mantenerlos ahí, para garantizar la supervivencia de la especie. “Las hembras son muy territoriales y acostumbran a estar con sus crías en un mismo lugar, así que son los machos quienes recorren decenas de kilómetros para transmitir sus genes, pero si los “rescatas” para relocalizarlos y vacías esas zonas, o si eliminamos los corredores naturales que conectan las poblaciones, los orangutanes se ven abocados irremediablemente a la extinción”, resume el profesor Wich. La única solución, alertan las ONGs, es conseguir la coexistencia entre orangutanes y personas, y eso pasa por entender cuáles son las necesidades y los problemas de la comunidades locales y trabajar conjuntamente.
La lucha por la supervivencia de los moradores de la selva
El origen de la conservación de los orangutanes empezó de la mano de la primatóloga Biruté Galdikas en 1971 en lo que hoy es el Parque Nacional de Tanjung Puting (unos 3.000 km2 de extensión y uno 5.000 orangutanes), en una península al suroeste de la isla de Borneo (Indonesia). La igual que Jane Goodall con los gorilas de montaña y de Dian Fossey, con los chimpancés, Galdikas empezó a estudiar a los orangutanes y a rehabilitar a aquellos que los locales tenían como mascotas. A día de hoy, todos los individuos del parque son descendientes de los supervivientes. En Tanjung Puting, la Fundación Orangután de UK cuenta con un centro de investigación en Pondok Ambung y varios puntos de alimentación o comederos a los que los primates acuden libremente. Así se facilita que los turistas, -los españoles estamos a la cabeza en número de visitas-, puedan observarlos sin tener que estar constantemente alzando la cabeza hacia las copas de los árboles. Algo más al norte, en Lamandu, la fundación cuenta con cinco campamentos de reintroducción. “Son 64.000 hectáreas cerradas a los turistas donde ya hemos liberado en la naturaleza a 300 individuos rescatados y otros tantos esperan ser reintroducidos pronto, asegura Ashley Leiman, desde la fundación.

Hembra de Orangután de Borneo, en el Parque Nacional de Tanjung Puting (Kalimantan, Indonesia). FOTOGRAFÍA: Diego Sánchez
En The Orangutan Project llevan años protegiendo los bosques y rescatando orangutanes en peligro inminente de muerte en Borneo y Sumatra, y también cuenta con un refugio donde los rehabilitan. “Los salvamos y luego los dejamos libres en el hábitat que tratamos de preservar. También apoyamos a las comunidades locales con el desarrollo de sistemas de agricultura sostenible como la plantación de vainilla o la recolección de miel. Pero con la crisis de la Covid19, muchas personas han perdido su trabajo, y eso ha hecho que aumente la presión
sobre el medio ambiente y también la caza ilegal”, apunta su presidente, Leif Cocks. Las asociaciones conservacionistas alertan que detrás del disfraz de la recuperación económica se esconde la reducción de las leyes de protección del medio ambiente y un incremento del número de concesiones a multinacionales para destruir todavía más el hogar de los orangutanes.

Una hembra de orangután de Borneo y su cría comen en uno de los puntos de alimentación del Parque Nacional de Tanjung Puting (Kalimantán, Indonesia). FOTOGRAFÍA: Diego Sánchez