INDONESIA DECIDE ENTRE MILITARISMO O EL PODER SURGIDO DEL PUEBLO

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El día amanece claro y muy temprano para los hombres que se encargan de convertir el Balai Banjar (o casa del pueblo) en un colegio electoral. El espacio está cubierto por un tejado ricamente adornado y se encuentra cerca de un templo, en los alrededores de Ubud, en Bali. Varias columnas delgadas de ladrillos conforman un habitáculo diáfano en donde desde las siete de la mañana y hasta la una de la tarde permanecerán colocadas las urnas.

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Hoy se celebran las elecciones presidenciales en Indonesia. Cerca de 170 millones de compatriotas están llamados votar para elegir un nuevo gobierno. Se escogerá al nuevo presidente y vicepresidente, como figuras clave en unos comicios con segunda vuelta. Los dos partidos en liza por el poder están formados por coaliciones. Son la formación política de Prabowo-Hatta y la de Jokowi-Kalla. De ahí que en las fotografías de campaña aparezcan las imágenes de dos hombres que piden el voto para el mismo partido (cada uno el suyo). La población local los conoce como el partido uno y el partido dos. De esta manera se publicitan en carteles, pancartas, pegatinas, cartelas y pasquines. Imagino que en un país tan diferente y fragmentado (debido a su orografía) como es Indonesia, es una buena forma de evitar malos entendidos una vez uno se encuentre frente a la urna.

La jornada electoral en Bali

En el Balai Banjar cercano a Ubud el ejército y la policía vigilan la entrada al recinto sentados a la sombra, en unas sillas de plástico. En el interior un uniformado se acomoda al lado de las dos urnas. El resto de personal son civiles ataviados con el tradicional “udeng” o sombrero bailés, y el no menos folclórico “sarun” o pareo. Éstos son los encargados de buscar los nombres de los votantes en unos listados fotocopiados, de ofrecerles las papeletas con los nombres de las dos coaliciones, y por último, de certificar que han votado correctamente.

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En este colegio electoral balinés no se han formado colas y los electores van llegando diseminados. En Indonesia está permitido votar desde los 17 años. El proceso es simple. Una vez identificados, se dirigen con la papeleta en la mano al espacio privado, lejos de las miradas de los curiosos, donde poder tomar la decisión última. Con un bolígrafo se apunta el número del partido. Uno o dos. Luego se dirigen hacia las dos urnas custodiadas por el relajado militar. Y por último impregnan de tinta azul su dedo meñique como medida de seguridad, para evitar que el mismo electora vuelva a votar y se produzca un fraude electoral.

Después de dos mandatos de cinco años cada uno del actual presidente Susilo Bambang Yudo Yono, hoy Indonesia decide si vuelve a apostar por el continuismo militar (Prabowo) o si por el contrario se decanta por dejar que los aires nuevos entren en la residencia presidencial (Jokowi). El actual ejecutivo, estrechamente vinculado con el ejército, vive las horas previas a su posible reeleción acuciado por graves acusaciones de corrupción.

Como digo, el partido de Prabowo Subianto (y Hatta, su segundo) proviene de la carrera militar. De hecho Prabowo es militar retirado que en caso de alzarse vencedor, alargaría así la tradición de los sables al frente del gobierno. Sukarno fue el primer militar indonesio que gobernó el país al conseguir expulsar a los japoneses que los habían invadido, después de la segunda guerra mundial. Por el contrario, Jokowi Widodo (y Yusuf Kalla, como lugarteniente) forman parte de la nueva clase política local. Su discurso va más dirigido a los electores de las grandes metrópolis. Jokowi llega a la carrera por las presidenciales después de haber adquirido experiencia en la administración pública como gobernador de la región de Jakarta. Indonesia debe decidir entre dos formas muy diferentes de hacer política.

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Prabowo y el poder militar

Por la carreta que conecta Sanur con Kuta y otras zonas costeras del sureste de Bali, Wayan Werta conduce su taxi repleto de turistas. En el salpicadero lleva la omnipresente cesta de hojas de palma con las ofrendas del día, tal y como rige la religión hinduista. Asegura que los dos grandes peligros que acechan a su país en la actualidad son el creciente terrorismo islámico y el molesto vecino malasio. “Necesitamos un gobierno militar, un gobierno fuerte, además Prabowo habla inglés perfectamente”, repara este taxista que ha madrugado para transportar a varios extranjeros hasta el destartalado puerto de Padangbay, al este de la isla. “Los malasios quieren invadir la franja de Ambalat porque tiene petróleo y Prabowo no lo permitirá”, dice con determinación mientras espera a que se ponga en verde un semáforo.

La disputa por el territorio de Ambalat entre Malasia e Indonesia no es nueva. Y todavía está reciente en la retina de muchos indonesios la guerra no declarada entre los dos países que duró cuatro años (1962-1966). Ambalat es un terreno bañado por el mar de Sulawesi que marca la línea divisoria ente el norte de Kalimantan y Malasia, dentro de la isla de Borneo. La soberanía es algo difusa y las dos potencias la consideran como propia. En 1979 Malasia publicó un mapa en el que la había anexionado. De hecho el país malasio dispone de un puesto de información turística en la zona y ofrece el servicio de buceo y otras actividades acuáticas (Ambalat cuenta con 3.000 especies diferentes de peces y grandes extensiones de coral). Por lo que se entiende que realiza una ocupación efectiva del territorio. Pero Indonesia, conocedora de las grandes reservas de petróleo y gas de este territorio (que podrían ser explotadas en los próximos 30 años), no está por la labor de ceder en sus pretensiones para reclamar su derecho a la soberanía de la zona.

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Frente al mar y en el apartado chillout del restaurante The Circus, Junaidi sirve una cerveza Bintang muy fría. Ya es negra noche, y asegura haber comido, después de un largo y caluroso día de Ramadán. Este joven camarero de unos 25 años trabaja en la paradisíaca isla Gili Air, aunque es natural de la cercana ciudad de Praya, en Lombok. Cuando se le pregunta por política se sorprende. No cree que vaya ir a votar. Le interesa más trabajar para ganar dinero. Pero en el caso hipotético de que tuviera que elegir un partido se decantaría por el partido de Prabowo. “Indonesia necesita un hombre fuerte, con un corazón valiente”, asegura. “Si Malasia intenta invadir Indonesia él va a declarar la guerra”, puntualiza.

Jokowi el candidato de los pobres

Desde la sala de estar de la casa de sus padres en Semarang (al norte de la isla de Java) Alfa Asmara charla entretenida con unos invitados extranjeros. Lleva la cabeza cubierta con un pañuelo por decisión personal. Es una joven musulmana de unos 20 años que trabaja en el departamento de recursos de la empresa de confección de prendas de moda Golde Garments Indonesia. Ahora está de visita en la casa familiar, pero normalmente reside en la ciudad cercana de Cankung, a una hora de distancia. Comparte piso y habla un inglés muy fluido porque estuvo estudiando en una escuela bilingüe regentada por organización humanitaria alemana. Pertenece a la nueva clase media indonesia con un sueldo que ronda los 270 euros. “Yo votaré por Jokowi, es un partido más moderno y con una mentalidad más abierta”, confiesa Alfa. Mira a su hermana pequeña que todavía no ha aprendido a hablar en inglés y piensa en su futuro. “El partido 2 de Jokowi trabaja más por las personas de nuestro país”, asegura.

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Sentado en la larga y bulliciosa avenida de Monkey Forest, en Ubud (Bali) Made Sudarta, de unos 45 años, sostiene un cartel que reza Taxi. Como muchos otros conductores, este lugareño natural de la cercana localidad de Wanayu (en la región de Bedulu, a unos 4 kilómetros de Ubud) espera paciente a que algún turista quiera negociar el precio de algún transporte. A eso de las 10.30 de la mañana Made ya ha ido a votar. No tiene ningún inconveniente en confesar que apoya a la coalición encabezada por Jokowi. Para este taxista hinduista más favorable de la paz que de iniciar guerras con países vecinos, el principal problema de Indonesia es la pobreza. “Hay muchos pobres y creo que Jokowi se preocupa por solucionar los problemas de los ciudadanos”, sostiene sin lugar para la duda. “Jokowi ha progresado desde abajo, ha surgido de la ciudadanía, en cambio Probowo pertenece a la alta sociedad, de la familia militar de Sukarno”, remacha mientras se despide acelerando a toda velocidad.

Elegir el futuro para los próximos cinco años

En el Balai Banjar de los alrededores de Ubud ya es cerca de media mañana y la llegada de electores es escasa y muy espaciada. Una mujer con su hijo se acerca a la mesa donde están las urnas. Vota. La suerte parece estar echada para ella y quién sabe si también para su pequeño retoño. Aunque la última palabra se dirá en la segunda vuelta. Será entonces cuando Indonesia haya decidido el futuro para los siguientes cinco años.

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