
PÓLIPO DE CORAL
El coral está formado por un pólipo translúcido (lo que parece una medusa boca abajo con tentáculos) que tiene en su interior algas microscópicas (aparecen redonditas de color verdoso-marrón) llamadas zooxantelas. Copyright: Smithsonian Institution
Un rascacielos con vistas al fondo del océano
Imagine que vive en el ático de un gran rascacielos, y que toda la estructura, desde los cimientos hasta el piso inmediatamente debajo del suyo la ha construido usted, con carbonato cálcico. Ésta, -parábola que suele utilizar la bióloga española Sarah Frías-Torres- es, con algo de imaginación, la forma más sencilla de explicar el funcionamiento de un coral. Cuesta de entender que las estructuras de vivos colores eléctricos y de formas “marcianas” que se encuentran bajo el mar, constituyan organismos vivos. En efecto lo son.
El coral está formado por un grupo de organismos llamados pólipos. Una especie de minúsculas medusas que viven enganchada en un “cáliz” hecho del mismo material que da solidez a nuestros huesos. Son los corales hermatípicos los que forman los arrecifes de coral. A su vez, el tejido del pólipo contiene algas microoscópicas llamadas zooxantelas, que durante el día permanecen escondidas dentro de la estructura del coral, realizando la fotosíntesis.
Es durante la noche cuando los pólipos emergen de su escondite, y a través de sus pequeños tentáculos atrapan pequeños organismos que circulan a través de las corrientes marinas. El resultado de su actividad diaria es el esqueleto que forman bajo de sí. Una especie de montaña de deshechos inerte en gran parte y que únicamente aloja vida en su parte más exterior, donde viven los pólipos.

ARRECIFE SANO. Después del paso de El Niño y del tsunami de 2004, el 97% de los corales desaparecieron. Este es uno de los arrefices sanos después de ser trasplantados los jóvenes corales en las Seychelles. Copyright: Claude Reveret
El Niño y el tsunami de 2004
Es fácil pensar el lento proceso que conlleva la generación de un arrecife. Aunque todavía más simple constatar lo rápido que puede desaparecer. En 1998 dos devastadores fenómenos oceanográficos se conjugaron. El temporal llamado “El Niño” y el “Indian Ocean Dipol” ocasionaron la desaparición de cerca del 97% de los corales del archipiélago de las Seychelles (situado en medio del océano Índico, al noreste de Madagascar y al suroeste de la Índia). Durante muchas semanas después del paso del temporal, la temperatura del agua se mantuvo muy elevada. Algo que afectó directamente a los corales, muy sensibles al más mínimo cambio térmico.
El aumento de la temperatura ocasionó que los pólipos de coral expulsaran a las algas que vivían en sus tejidos. Como quiera que estas condiciones se mantuvieron más de dos semanas, los corales murieron aunque sus estructuras de carbonato cálcico quedaron todavía en pie. El golpe de gracia para los corales en las Seychelles vendría de la mano del devastador tsunami generado en el Océano Índico de 2004. La fuerza de las olas rompió en pedazos la mayoría de los esqueletos sin pólipos que quedaban. La desaparición de los corales hizo que la población de peces que dependían directamente de este ecosistema, bajara en picado. Algo que causó muchos problemas para los habitantes de las Seychelles que se alimentan básicamente de lo que pueden pescar en los arrecifes.

ARRECIFE DE CORAL DEGRADADO. El 97% de los corales murieron tras el paso de EL Niño y el tsunami de 2004 en las Seychelles. Copyright: Claude Reveret
Cultivando el coral
Una situación alarmante, no sólo por la pérdida de la biodiversidad sino por la desaparición de gran parte de la economía local, con la pesca como medio de supervivencia. Ahora, diez años más tarde, nuevos corales crecen bajo las aguas de la reserva situada cerca de la isla de Cousin. La bióloga catalana, Sarah Frías-Torres es la coordinadora del mayor programa de restauración de corales (coral gardening) en el mundo. El proyecto recibe ayuda de la US-AID, la Agencia de Estados Unidos para el desarrollo Internacional y ha demostrado que se pueden restaurar los arrecifes de coral a gran escala.

MAPA COMPUESTO DE LAS SEYCHELLES. En la imagen ampliada se aprecia la isla de Cousin, la reserva natural en donde se sitúan los viveros de coral y el arrecife trasplantado. Copyright: Google Earth
“En este proyecto hemos cultivado a gran escala, con viveros bajo el mar, corales arborescentes, que tienen forma de pequeños árboles, y especies masivas, que tienen forma de balones de fútbol”, sostiene Frías-Torres. En total, en los últimos dos años se han logrado cultivar unos 40.000 corales de los que luego se han trasplantado unos 25.000 en una zona submarina que ocupa aproximadamente “lo que sería un campo de fútbol como el Camp Nou”, asegura la coordinadora de este proyecto.

CULTIVO DE CORALES: Fragmentos de coral (nubbins) recién sembrados en nursery (vivero). La nursery está a 8 metros bajo la superficie del mar, anclada en un fondo marino de 18 metros de profundidad total. Copyright: David Derand
Para entender cómo se ha llegado a cultivar corales bajo el mar, hay que echarle imaginación. “Para recrear los viveros extrajimos un trozo de coral sano (de los que habían sobrevivido a El Niño) equivalente al tamaño de un pulgar, y también fragmentos de corales rotos por el tsunami”, relata Frías-Torres. El proyecto llegó a contar con hasta 9 viveros que contenían cada uno unos 5.000 jóvenes individuos. Cada cultivo estaba compuesto por cuerdas colocadas a 8 metros de profundidad y a 10 metros por encima del fondo, a las que se anudaban los corales.

CORALES DONANTES. Para crear los viveros el equipo de Frías-Torres recogió de los corales supervivientes una muestra del tamaño de un pulgar y frangmentos de coral rotos. Copyright: David Derand
De cada cuerda colgaban unos 80 corales. “Estaban dispuestos en las cuerdas como si se tratar de ropa tendida, expuestos a las mismas condiciones ambientales que luego experimentarían una vez trasplantados”, apunta la bióloga. Aunque esta “nueva cosecha” también estuvo expuesta a los peligros inherentes del océano. “Tuvimos un huracán que pasó por encima de nuestros viveros, luego padecimos una infección de una esponja invasora”, lamenta. “Después de estos dos accidentes, pudimos plantar en el arrecife degradado 25.000 corales, relata satisfecha Sarah desde el archipiélago.

SARAH FRÍAS-TORRES. La coordinadora del prooyecto de restauración de corales en la isla de Cousin, posa cerca de un vivero.
Copyright: Sarah Torres-Frías
La resurrección de un arrecife devastado
Pasados dos años de mimo y cuidados bajo el agua, y cuando los corales presentaron un tamaño parecido al de una pelota de fútbol, se emprendió el trasplante. Nada más sencillo que cortar las cuerdas a las que estaban anudados y engancharlos en las rocas a base de cemento marino. “Fue la parte más fácil y divertida de todo el proceso”, confiesa Frías-Torres. El equipo de buceadores se sumergía, manga pastelera cargada de cemento, en mano. Luego colocaban un poco de cemento en la base de la estructuras coralinas, y en unas cuantas semanas se habían enganchado de forma natural.

CIMENTADO DEL CORAL. Con una manga pastelera repleta de cemento marino se fijaban los jóvenes corales al fondo marino. Copyright: David Derand
El resultado del proyecto es todo un récord. Se ha trabajado con 67 especies diferentes, cuando lo habitual es que el trasplante únicamente se realice con dos o cinco tipos de corales. Por otra parte, el área de arrecife restaurado ocupa un total de 5.000 metros cuadrados, con una densidad de unos cuatro corales por metro cuadrado. El equipo de Frías-Torres ha observado que en tan sólo dos años, la comunidad de peces y de otros organismos que dependen del arrecife, han vuelto. Peces, pulpos, tortugas, delfines, etc. “Hemos devuelto la vida a todo un arrecife de coral, es todo un éxito”, afirma con satisfacción la bióloga catalana.
Una restauración del coral sostenible
Este proyecto ha demostrado que la restauración a gran escala es posible y además –aseguran sus responsables- también es económica. Se utilizan materiales locales, que están disponibles en países en vías de desarrollo. “Hemos hecho el proceso de principio a fin, mucho más eficiente y barato”, afirma Sarah. Además asegura que estas técnicas se pueden adaptar a otros entornos como las costas de su Catalunya natal. En el mar Mediterráneo especies como el coralígeno, las fanerógamas, o la posidonia se encuentran en una situación de gran degradación. “Espero que con el tiempo en mi país de origen –lamenta Sarah Frías-Torres-, se pueda poner esfuerzo y dinero para restaurar estos ecosistemas”. Mientras tanto, -aclara-, “yo me quedo reconstruyendo los arrecifes de coral en las Seychelles”.

ARRECIFE TRASPLANTADO. En los dos años de vida del proyecto se han logrado trasplantar 25.000 nuevos corales, devolviendo así la vida al arrecife. Copyright: Claude Reveret
El blanqueamiento del coral, una muerte anunciada
Los científicos calculan que a lo largo del siglo pasado el calentamiento global causado por el efecto invernadero ha generado un aumento aproximado de algo más de medio grado en la temperatura media del planeta. Este cambio ha sido aproximadamente de tan sólo 0,1 grados centígrados. Según varios estudios, un leve cambio térmico persistente en el tiempo provoca el llamado “blanqueamiento del coral” o pérdida de las algas simbióticas. Lo que ralentiza el crecimiento de corales, los hace más propensos a contraer enfermedades al punto que puede causar la extinción de arrecifes enteros.
Los arrecifes son las selvas tropicales submarinas
La gran barrera de coral, situada al noreste de Australia frente a las costas de Queensland, y con una extensión de 2.600 kilómetros, capaz de ser visible desde el espacio, es el conjunto de arrecifes más famoso y visitado por buceadores. Acumula una de las mayores cantidades de biodiversidad del mundo. Aunque, no tan conocidos, arrecifes de muchas otras latitudes llevan a cabo un trabajo silencioso y abnegado, más importante de lo que comúnmente puede llegar a pensarse.
“Los arrecifes de coral son las selvas tropicales submarinas en cuanto a la cantidad de biodiversidad que albergan”, asegura Sarah Frías-Torres. Eso significa que son los repositorios de las medicinas que todavía están por descubrirse. “Fármacos que podrían curar enfermedades como el Alzheimer, antibióticos que podrían eliminar las bacterias resistentes, etc.”; sostiene la científica. Además los arrecifes son la principal fuente de alimentación para millones de personas en todo el mundo que viven en países en vías de desarrollo, gracias a la gran cantidad de peces y organismos que viven en ellos. Aunque los arrecifes ocupan menos del 0,5% de los fondos oceánicos, contienen el 25% de todas las especies marinas que se conocen, además se calcula que entorno a 500 millones de personas dependen directamente de ellos para su alimentación, informa el periodista Antonio Madridejos.
Una muerte a través de mil cortes
Por otro lado, las formaciones coralinas representan la primera, y en muchos países subdesarrollados, la única barrera de protección costera frente a huracanes, tormentas y olas de gran tamaño. Se encargan de evitar en gran medida la erosión de las playas causada por este tipo de fenómenos meteorológicos.
Lamentablemente la situación mundial de los corales es crítica. Se calcula que cerca del 50% están al borde del colapso debido a la sobrepesca, a la contaminación, a la destrucción directa como consecuencia del uso de explosivos, al desarrollo costero, a la construcción de puertos, etc. “Se trata de una muerte a través de mil cortes”, lamenta la bióloga Sarah Frías-Torres. La contaminación que proviene de la costa es debida al uso de herbicidas, fertilizantes, pesticidas y otras sedimentaciones que reducen drásticamente la cantidad de oxígeno bajo la superficie.
La protección de los arrecifes de coral es de interés mundial. Cuando éstos mueren, desaparecen con ellos los peces. “Frente a las costas de las Seychelles faena una buena representación de la flota pesquera española en busca de atunes”, reflexiona Frías-Torres. Todo está interrelacionado, poco importa si los países tienen costa o no. Se debe realizar un gran esfuerzo a nivel internacional para preservar “las grandes fortunas de ecosistemas naturales que cuidan de si mismos, y que a su vez nos ofrecen comida y protección”, apunta la bióloga.