La protestas sociales surgidas en Túnez, en la plaza Tahrir de Egipto, en la Puerta del Sol o Plaza de Catalunya en España, o del colectivoOccupy Wall Street en Nueva York, entre otras fueron la expresióndel sentimiento de que algo ha fracasado y de que incluso en democracia el proceso electoral no sirve para solucionar los problemas, si no hay una fuerte presión en las calles. (Stiglitz, 2011) Los manifestantes fueron el reflejo del rechazo de la sociedad –globalizada y mejor conectada que nunca ha existido gracias a las TIC- a la desigualdad, y una llamada de atención sobre los fallos que la globalización –económica y política- ha traído consigo, en cuanto a la pervivencia y extensión de la democracia. ¿A qué se puede atribuir el descontento social? ¿Qué se puede esperar de la tan denostada democracia?
¿Qué ha fracasado? Es más que probable que la indignación que expresaron los manifestantes no tenga tanto que ver con la pérdida de la democracia directa -aquella que consiste en un pequeño número de ciudadanos que se reúnen en asamblea y participan directamente de la toma de decisiones (Madison, 2009), p.114)- porque nunca la han tenido. El descontento más bien está relacionado con el agotamiento al que ha llegado la segunda transformación histórica de la democracia, por la cuál ésta se trasladó de las pequeñas ciudades-estado a extensiones más grandes como los estados-nación. (Dalh, 1992, p.258) Las instituciones políticas que se crearon ad hoc para hacer posible la democracia representativa (partidos, representantes electos, elecciones libres, sufragio universal, etc.) están en proceso de descomposición en cuanto que los ciudadanos ven que han dejado de ser eficaces en su empeño: no les representan. La desafección a la política tiene que ver con lejanía con la que los ciudadanos ven a sus políticos. Está relacionada con el proceso mismo electivo y su efecto elitista, los políticos no sólo ocupan puestos diferentes en la sociedad, sino que son distintos y superiores a la masa. (Manin, 1995, p.4) La sensación entre los manifestantes de que su voluntad no es escuchada se explica en parte con el hecho que los gobiernos representativos confieren a la colectividad un mero papel papel de tribunal (a través de las urnas), más que el poder de un autogobierno real. (Siéyès, 1789, p.35)
La ruptura entre electores y sus representantes que hace tambalear la segunda transformación de la democracia tiene que ver, tal y como preconiza Peter Mair, con el hecho que en las democracias actuales el aspecto constitucional (controles y equilibrios entre las instituciones que implica el gobierno para el pueblo) ha ganado terreno al concepto popular (el gobierno por el pueblo). De manera que los gobernantes han dejado de realizar su función representativa para dedicarse a administrar (gobernar) centrándose en la función basada en los procedimientos. En la toma de decisiones se ha producido una gradual sustitución de la responsabilidad electoral del ciudadano, por la de instituciones no mayoritarias (jueces, bancos centrales, organizaciones internacionales, etc.). De manera que se ha generado un proceso de “retirada mutua”, por un lado los gobernantes han dejado de representar satisfactoriamente para retirarse hacia las instituciones y formar parte del establishment, mientras que los ciudadanos se han alejado hacia espacios más privatizados y formas especializadas de participación (Mair, 2013, p. 29).
Sintomáticos son los datos de que arrojaba la Encuesta Social Europea de 2012 por los que nueve de las catorce democracias estudiadas registraban un porcentaje de desconfianza en sus partidos políticos superior al 80%. La desconfianza y la legitimidad que han ido atesorando las instituciones políticas no mayoritarias para la toma de decisiones ha ido en detrimento del primero de los cinco criterios que A. R. Dahl propone para la consecución de una buena democracia: la participación efectiva.El resto de criterios como la igualdad de votos, el control de la agenda o la comprensión ilustrada, tampoco se ven suficientemente cumplimentados (A. R. Dahl, 2000. P.47-48)
¿Qué esperar de la democracia? Precisamente que haya más democracia. Ese era el clamor de los manifestantes. Se dice comúnmente que los problemas de la democracia se solucionan con más democracia. Nuevamente los resultados ofrecidos por la Encuesta Social Europea de 2012 exponen que la mayoría de electores europeos apoyan el mantenimiento de la democracia como mejor sistema político y de gobierno posible, pero sin embargo el nivel de su satisfacción a la hora de evaluar la actividad y actuación de sus propios gobiernos disminuye considerablemente. Nos encontramos pues ante la paradoja de la democracia que viene motivada por la dualidad de su naturaleza. Muchos ciudadanos ponen poca confianza en algunas piezas clave de las instituciones democráticas pero a la vez son también muchos los que todavía creen en el atractivo de la democracia. (R. A. Dahl, 2000, p.35) Por lo tanto, se trata de recuperar el ideal de democracia directa y sus beneficios. Para J. Dalton, W. Bürklin y A. Drummondla promoción de más mecanismos de democracia directa pueden convertirse en un instrumento de integración social, que recupere a la población alienada del sistema, que logre recuperar la confianza de los electores en los partidos y las instituciones políticas. (Dalton, Bürklin y Drummond, 2001, p.149)
Y en el sentido de recuperar la democracia varios han sido los estudios que se han realizado últimamente en pos de evaluar su calidad. Algunos expertos proponen evaluar criterios o dimensión como: la libertad, la ley, la responsabilidad horizontal, la sensibilidad, la igualdad, la participación, la competición, la transparencia, la representación efectiva o la responsabilidad vertical. (Diamond y Morlino, 2004, p.2) Me detendré muy brevemente en la última dimensión, la responsabilidad vertical o aquella que apela directamente a nuestro papel como ciudadanos vigilantes. La regeneración democrática que clamaron los indignados entronca con el destierro de las prácticas opacas de nuestros representantes y el advenimiento de una sociedad civil mucho más implicada, no únicamente votando en las elecciones, sino en la evaluación continuada de los partidos políticos. Es lo que Diamond y Morlino dan en llamar “una sociedad vigilante”. Una ciudadanía que pida explicaciones y las reciba. Que solicite cambios en la representación como, -por ejemplo en el caso español-, en la ley electoral que permita la instauración de una democracia plenamente consensual. Una democracia que divida, disperse y limite el poder y que se caracterice por el compromiso y el pacto. (Liphart, 1999, p.4) que termine con el bipartidismo (PP-PSOE) más propio de las democracias mayoritarias.
Si, como hemos visto, la segunda transformación de la democracia estaba dando señales de mal funcionamiento, las protestas de Seattle de 1999 dieron la primera llamada de atención de las fallas que se están produciendo en tercera transformación (en la que nos encontramos actualmente) -aquella en la que los estados-nación han perdido mucha de su autoridad política, económica, social y cultural a favor de los sistemas de gobierno supranacionales- generaba una duda inquietante: ¿la democracia a escala trasnacional requerirá un nuevo conjunto de instituciones diferentes a las que actualmente están en funcionamiento? (Dahl, 1994, p.27) Pero sobre todo, ¿cómo harán las nuevas instituciones de gobernanza global como el FMI para legitimarse a ojos de los ciudadanos como instrumentos democratizadores válidos?
Stiglitz alerta que “ en todas partes hay recursos subutilizados y enormes necesidades no satisfechas”. Algunas como: combatir la pobreza, fomentar el desarrollo, readaptar la economía o el calentamiento global. Grandes retos planetarios a los que los países por separado no pueden enfrentarse satisfactoriamente así que deben ponerle remedio unidos. Es aquí donde aparece el dilema. O bien preservar la autoridad política democrática de los países con la que actuar de forma efectiva para influenciar la conducta de los gobiernos a pesar de que existan temas que queden por encima de la capacidad de los gobernantes locales para solucionarlos. O aumentar la capacidad de una unidad política más grande (EEUU, UE, ONU, OTAN, FMI, BCE, etc.) más eficaz para atajar esos problemas, a pesar de que la capacidad de influir en los nuevos gobiernos supranacionales de forma democrática sea menor que en los países pequeños. (Dahl, 1994, p. 24). No podemos ir solos para enfrentarnos a los retos que propone una nueva era globalizada, pero esos primeros manifestantes de Seattle reclamaban que no se dejara a la ciudadanía a un lado, que se buscasen nuevas formas de participación de las sociedades en la toma de decisiones globales.
A las democracias actuales se les presenta un reto global para un mundo globalizado. La democracia nuevamente deberá adaptarse a los nuevos tiempos. Algunas medidas propuestas ponen el énfasis en reducir el déficit interno democrático de instituciones de gobernanza global como el FMI (Kapur y Naím, 2005, p. 93). Otras van en el sentido de potenciar la ya diezmada segunda transformación creando nuevas instituciones democráticas dentro de los países que consiga proveer a los ciudadanos de un mejor control democrático sobre la autoridad delegada en los legisladores transnacionales, que prevenga de una total alienación sobre la toma de decisiones. (Dahl, 1994, p. 32) En cualquier caso, parece obvio que antes que intervenir de forma global, es urgente mejorar la vida democrática en los estados-nación, dando un mayor control a los ciudadanos sobre las decisiones (a pequeña escala) que les afecten directamente en sus vidas: educación sanidad, planeamiento de la ciudad, etc. Empezando por una mayor calidad democrática en nuestros países podremos aspirar a mejorar la calidad democrática de las instituciones políticas supranacionales
BIBILIOGRAFÍA REFERENCIADA:
Dahl, R. A. (1992).“La democracia y sus Críticos. Barcelona: Paidós (Capítulos 1,2 y 15)
Dahl, R.A. (1994).“A democratic dilema: systemeffectiveness versus citizenparticipation”, PoliticalScienceQuarterly, vol. 109, núm 1, pp. 23-34.
Dahl, R. A. (2000). A DemocraticParadox? PoliticalScience Quarterly. Vol 115, No. 1 (Srping, 2000), pp. 35,40
Diamond, L.&Morlino, L. (2004). “Thequality of Democracy”. CDDRL WorkingPapers, Center onDemocray, Development, and The Rule of LawSanfordInstituteon International Studies, Number 20, 21 Spetembre 2004.
Dalton, R. J., Bürlin, W. & Drummond, A. (2001). “Public Opinion and direct Democracy”. Journal of Democracy. Volume 12, Number 4 October 2011.
González. M (2015).“España discrepa de las cuotas de refugiados que propone Bruselas”, Artículo de el diario EL PAÍS, sección Internacional del 18 de mayo de 2015. Link:
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/05/18/actualidad/1431953601_043194.html
Lijphart, A. (1999).Patterns of Democracy, New Haven and London: Yale UniversityPress. Capítulos 1,2 y 3.
Kapur D. &Naím M. (2005). “The IMF and DemocraticGovernance”. Journal of Democracy; Jan 2005; 16, 1; ProQuest Central pg. 89
Madison J., Hamilton A. y John, J. (1784) .“El Federalista” A collection of essays, written in favour of the new Constitution, as agreeduponbythe Federal Convention, September 17, 1787. –
Mair, P. (2013).Ruling The Void: The Hollowing Of Western Democracy, Verso Books, New York and London
Manin, B. (1995). “La democracia de los modernos. Los principios del gobierno representativo”, Revista Sociedad 6: 13-38
Siéyès, B. C. (1789).Observations sur le rapport du comité de constitutionconcernant la nouvelleorganisation de la France [octubre, 1789], Versalles, Baudoin, Imprimeur de l’Assemblée Nationale,1789, p.35. Sobre el nexo entre el elogio de la representación y el de la división del trabajo y de la “sociedad comerciante” moderna, cf. P. Pasquino, “Emmanuel Siéyès, BenjaminConstant et le ‘Gouvernement des Modernes’ ”, Revuefrançaise de sciencepolitique, vol. 37, 2, abril de 1987, pp.214-228.
Stiglitz, J. (2008).“MaquingGlobalisationWork –The 2006 GearyLecture”. TheEconomic and Social Review39(3): 171-190
Stiglitz, J. (2011). “La globalización de la protesta”. Artículo publicado en el diario EL PAÍS, el 6 de noviembre de 2011