
Sri Lanka es el segundo mayor exportador de té del mundo, después de la India, y justo por delante de Kenya. En el país se cultivan tres tipos diferentes de plantas de las que se obtienen variedades diferentes de té. De una en concreto se consigue obtener el té negro y el verde, mientras que de las dos restantes se logran producir las variedades más exclusivas: “Golden tea y Silver tea”.

A unos 12 kilómetros de Kandy, -conocida como la ciudad de las montañas-, en un margen de la carretera se encuentra la fábrica de té Kadugannawa Tea Factory. Una fábrica que lleva en funcionamiento desde hace más de 75 años y que produce al día entre 800 y 1.000 kilos de té negro y verde. Al año, en esta misma factoría llegan a producir entre 25 y 30 kilos de las variedades “Golden” y “Silver”, mucho más apreciadas y caras.

Para conseguir el té negro, en esta fábrica primero se realiza un proceso de secado. Esta fase consiste que proyectar aire a través de unos grandes ventiladores, a cientos de miles de tallos de la hoja del té que ya han sido cuidadosamente recolectados. Se debe realizar durante casi 24 días, removiendo el contenido a mano cada cierto tiempo. Posteriormente, al igual que un molino de harina, los tallos se pasan por una máquina “enrolladora” durante unos 20 minutos. Luego, el contenido se deja reposar y fermentar durante dos horas y media aproximadamente. Finalmente se dirigirse directamente al secadero. Gracias a un horno de fuego, -que se alimenta con madera de roble-, el secado dota al té de un aroma característico. Este paso dura alrededor de unos 20 minutos. ” Se trata de un horno construido en Belfast (UK) en 1938 y todavía funciona”, comenta Nimesha una simpática trabajadora de la factoría que viste al modo tradicional “srilanqués”.

Más tarde llega el turno de la separación de las partes más buenas (que acabarán convirtiéndose en té) de las que terminarán siendo “compost”, gracias a unos rodillos magnéticos que hacen el filtrado. Por último queda por separar el contenido en diferentes tamaños, aunque todos mantienen la misma calidad. Las variedades y subvariedades llegan a contarse por nueve en esta fábrica. Todo depende de si acabarán aportando más o menos intensidad. Un salón con mesas y sillas resulta el lugar ideal para probar un delicioso té negro de forma gratuita. Un mostrado repleto de cajas y bolsas de té de mil y un colores, invita al visitante a llevarse como recuerdo el que se considera uno de los mejores té del mundo.
