
Vertedero de Maafushi, Maldivas.
¿Te has planteado alguna vez la cantidad de basura que generas cuando viajas? Por mucho que te esfuerces en generar lo mínimo, seguro que si lo piensas detenidamente te sorprenderías del reguero de desperdicios que acabas dejado al final de tu idílico lugar de vacaciones. Piensa en esas dos o tres botellas grandes de agua fresca que compras cada día para mitigar tu sed. Acuérdate de los envoltorios de las mermeladas y la mantequilla de cada uno de tus desayunos continentales. Por no hablar de las bolsas de patatas y de las coberturas de las chocolatinas que subes al autobús para el camino. Y si me aprietas, te recordaré la cantidad de bolsas de plástico que aceptas en las tiendas de forma innecesaria.

Vertedero de Maafushi, Maldivas.
Multiplica las botellas, los envoltorios de mermeladas, las bolsas de patatas y las bolsas de plástico que consumes en un día y luego multiplícalo por cada uno de los días que has pasado viajando. La cifra asusta. Centrémonos únicamente en las botellas de agua, hechas de plástico. ¿Cuantas pueden ser, pongamos, en un mes de viaje? ¿Noventa botellas? ¿Y eso cuanto ocupa? Si suponemos que cada botella tiene una capacidad de 1,5 litros, eso da una cantidad total de 135 litros recubiertos de plástico.

Vertedero de Maafushi, Maldivas.
Y ahí va la pregunta incisiva. ¿Te has planteado alguna vez si en los lugares donde viajas, aquel puesto de comida callejera, o aquel hostal perdido en la naturaleza, o incluso aquel chiringuito a pie de playa en aquella isla paradisíaca, tienen forma alguna de reciclar? Desgraciadamente la respuesta en la mayoría de ocasiones es no. Así que la siguiente y última pregunta es evidente, ¿dónde va a parar todo el plástico que desechamos? Aquí os adelanto mi respuesta: va a ensuciar y degradar esa naturaleza «casi virgen» que queremos ver y fotografiar desesperadamente en nuestros viajes. Muchas veces queremos salir de nuestras ciudades contaminadas para comprobar que todavía quedan paraísos verdes. Pero lo que no vemos, o no queremos ver es que somos nosotros mismos los que ponemos en peligro ese mundo que tanto ansiamos.

Quema de basura en el vertedero de Maafushi, Maldivas.
Personalmente he intentado llevar a cabo un viaje a través de Sri Lanka y Maldivas lo más ecológico posible. ¿Cómo? Cada vez que terminaba una botella de plástico, la comprimía y la guardaba en mi bolsa de mochilero. ¿Cuánto tardé en dejar la bolsa llena de botellas? Aproximadamente una semana. El volumen que ocupaban nuestros propios residuos, era demasiado farragoso para transportar día a día. «Reciclarás todas estas botellas», le pregunté al gerente de nuestro hostal en Tissamaharama (Sri Lanka). «No podemos reciclar, recogemos el plástico y lo destruimos». Fue la respuesta.

Quema de basura en el vertedero de Maafushi, Maldivas.
¿Y en las paradisíacas islas Maldivas se recicla? Pensemos en esos pedazos de tierra revestidos de palmeras, rodeados por aguas turquesas, el paraíso para la vida marina ¿Qué hacen con las botellas de plástico? En nuestra isla, Maafushi, la pregunta mejor debiera ser ¿qué hacen con cualquier tipo de residuo? Pues bien, al otro lado de las playas paradisíacas dedicadas para turistas y locales, «en la puerta de atrás», entre una de las tres mezquitas y la cárcel, -sí la isla tiene su propia cárcel-, se encuentra el vertedero. Situado en una amplia zona justo pegada al mar, quilos y quilos de todo tipo de basura reposan a merced del viento y las olas. Los locales, -muchos mozos de hotel y restaurantes-, depositan los desperdicios que han trasladado hasta el lugar con rústicos carros. Al atardecer, justo unos minutos antes de la oración, las llamas de los pequeños incendios se avivan. Tanto las botellas, como el resto de basura que generamos lugareños y turistas acaba quemándose. Contaminando el aire. Contaminando el océano.