¿LA PRESUNTA CAJA DEL 3% ES UNA HUCHA?

La caja fuerte transportada por un agente de la Cuardia Civil. El Vendrell, Tarragona.

La caja fuerte transportada por un agente de la Cuardia Civil. El Vendrell, Tarragona. D.S.

Josep Antonio Rosell, director general de Intraestructuras de Catalunya, fue el último de los 12 detenidos en la tercera fase de la operación Petrum, que abandonó el juzgado de instrucción número uno de El Vendrell. Había pasado más de 55 horas detenido en la Comandancia de la Guardia Civil de Tarragona, a la espera de comparecer ante el juez, Josep Bosch, que instruye el presunto caso de financiación irregular de CDC.

Rosell quedó en libertad con cargos, como la mayoría del resto de detenidos, a excepción “del tesorero” Andreu Viloca, para el que el magistrado decretó prisión sin fianza. Desoía así las peticiones de los dos fiscales anticorrupción, José Grinda y Fernando Bermejo, los cuáles solicitaban su ingreso en prisión de forma provisional.

A su salida, con expresión un tanto aturdida, el número dos encargado de la adjudicación de obra pública en Catalunya, intentaba zafarse de la nube de periodistas que le cosían a preguntas, al respecto de su presunta vinculación con el conocido como caso del 3%. “El secreto de sumario todavía no ha sido levantado, por lo tanto mi cliente no sabe porqué está aquí ni qué pruebas tienen contra él”, acertaba a declarar ante la prensa Andreu Van Den Eynde, uno de los dos abogados defensores de Rosell.

Fuentes cercanas al caso hablaban ya entonces sobre la existencia de informantes anónimos, confidentes sin identidad precisa y de una caja “sorpresa” con presunta información relevante que debía abrirse días más tardes. Las informaciones periodísticas del día siguiente daban un paso más allá cuando en varios rotativos se destapaba la supuesta sorprendente confesión de un trabajador de Infraestructures.cat a agentes de la Guardia Civil, el mismo día que se producía el registro en la sede de la calle Vergós. Este funcionario habría explicado a la Benemérita cómo Rosell habría intervenido, presuntamente, en la modificación de los criterios técnicos en los procesos de adjudicación de obra pública para facilitar que ciertas empresas constructoras se hicieran con los contratos. Luego éstas, habrían pagado, también presuntamente, “mordidas” a CDC a través de la fundación CatDem. Esa es la hipótesis que barajan los investigadores.

Además de esta confesión, las informaciones de los periodistas destacaban la existencia de una caja fuerte que podría contener documentación comprometedora e incriminatoria relacionada con el 3%. La misteriosa caja habría sido entregada por el propio Rosell a una persona de su confianza durante los primeros registros protagonizados por el cuerpo armado en la sede de CDC, el pasado 28 de agosto. Esta misma persona habría entregado la caja a la Guardia Civil de forma voluntaria después de la detención del director general de Insfraestructures.cat. ¿Habrían encontrado los investigadores la caja de pandora del caso 3%?

Cuatro días después de su puesta en libertad, Rosell regresaba a los juzgados de El Vendrell para presenciar la apertura de la misteriosa caja fuerte. Llegó puntual, pasado un cuarto de hora de las nueve de la mañana, acompañado por sus dos abogados defensores. Sin contestar preguntas de los periodistas, por fin llegó al arco de seguridad, a salvo por el momento de las cámaras de televisión y los flashes de los fotógrafos. Era evidente que la expectativa por descubrir el contenido era grande, máxime sabiendo que la defensa de Rosell había presentado al juez un escrito solicitando la invalidez de la prueba ya que cuestionaban su veracidad. Los abogados del número dos de la adjudicación de obra pública catalana sostenían que se había roto la cadena de custodia policial.

¿Qué contenía la caja? Tan sólo quince minutos después de la entrada de Rosell, y sin previo aviso, una furgoneta blanca sin logotipar, aparcaba frente a las dependencias judiciales de manera abrupta. Inmediatamente dos agentes de paisano sacaban cuatro maletines envueltos en bolsas de plástico que llevaban estampadas el escudo de la Guardia Civil, y una pequeña caja metálica. Rápidamente la atención de la prensa se centró en esa diminuta caja -del tamaño de una caja de zapatos pequeña-, que uno de los agentes sostenía bajo el brazo, cuál carpeta. Sí, en efecto, era la famosa caja fuerte. ¿Sería también la caja fuerte del 3%?

Para aquellos que se habían hecho ilusiones sobre la existencia de una caja fuerte acorazada con ruedecita y candado, sus expectativas se habían desvanecido de un plumazo. Eso sí, la caja contaba con un dispositivo táctil para introducir un código numérico secreto. Lo que en aquel momento era evidente era que se había pasado de un único elemento, supuestamente, comprometedor, a cinco. En aquel preciso instante entraban en el juzgado, los cuatro maletines y la caja fuerte más célebres de los últimos tiempos.

El contenido, según los investigadores, documentos escritos relevantes para el avance del caso, debía revisarse de forma minuciosa. Así pues la jornada se presumía larga, tediosa y escasa de información para las crónicas periodísticas. Nada más lejos de la realidad. Bien avanzada la mañana, fuentes de la investigación dejaban al personal con el paso cambiado cuando confirmaban que su señoría estaba a la espera de la llegada de un cerrajero que reventara la “dichosa cajita”.

Arduo trabajo, y a las pruebas me remito. El experto en cerraduras y resortes tardó nada más y nada menos que dos horas y media en dar con la forma de abrir la caja, para asombro y entretenimiento fuera de los juzgados. A la salida, y arrastrando una carretilla con tres cajas de herramientas, el esforzado cerrajero acertó a asegurar que “había costado un poco”, abrirla.

Después de siete largas horas y con la caja abierta, Rosell salía del juzgado con rostro serio aunque con apariencia tranquila. Un encaje de manos con sus abogados, sacaba de la escena mediática al número dos de Intrastructuras en Catalunya. Ahora los periodistas dependían de lo que quisiera contar el abogado de la defensa, Jordi Ventura, de lo que en aquella jornada había acontecido. “Ni confirmo ni desmiento que lo que se nos ha mostrado pertenezca a mi cliente”, empezó contestando Ventura. “Nosotros nos hemos limitado únicamente a estar presentes, pero no podemos decir nada sobre el contenido porque no sabemos cuál es la acusación”, continuó el letrado. “No sé si se trata de una caja, de un ordenamiento menor o de una hucha”, terminó sentenciado Ventura.

En lo que sí se mostró más pródigo fue en la defensa de la honorabilidad de Rosell. “Nunca ha adjudicado obra pública”, asegurando que las decisiones las tomaba un comité superior, formado por 16 personas que se encargaban de ello. “Estamos tranquilos porque tanto los procesos de adjudicación como el comportamiento del señor Rosell han sido siempre correctos”, remarcó Ventura. El último dato relevante de la jornada resultó ser que todavía no se había terminado con la revisión de toda la documentación, por lo que se posponía para dos días después. Quedaban por mirar dos maletines más.

Que la caja fuerte resultara ser más pequeña que una caja de zapatos dejó a muchos la sensación de que la historia había quedado descafeinada. Lo que cogió a la mayoría por sorpresa fue que, horas después de que el juzgado de instrucción número uno de El Vendrell echara el cierre, varios medios de comunicación publicaran que en el interior de la caja fuerte se habrían encontrado 80.000 euros. Una información que estaba avalada por fuentes cercanas al caso, pero que de ningún modo provenía de las únicas personas que se habían manifestado aquel día, los abogados de la defensa. Recordé en aquel momento una de las frases, que a mi entender, ahora rebosaban de sentido, premonitorio, eso sí. “No sé si se trata de una caja de un ordenamiento menor o de una hucha”, había insistido Ventura. ¿Era la caja fuerte -que muchos relacionaban presuntamente con el 3%-, una hucha? ¿La hucha de quién?

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