
Un macho de espalda plateada con su cría en el parque nacional de Bwindi (Uganda). / DIEGO SÁNCHEZ
Después de algo más de cuatro meses de pandemia, todavía se desconocen muchas cosas de cómo actúa el SARS-CoV-2 en el organismo humano y cuales son sus posibles secuelas. Tampoco hay evidencia científica sobre su incidencia en el reino animal, y más concretamente en nuestros parientes lejanos. No sabemos, por ejemplo, si los gorilas de montaña (‘Gorilla beringei beringei’) pueden contagiarse de covid-19, pero lo que sí está demostrado es que son susceptibles a otros virus respiratorios humanos más conocidos, ya que compartimos con estos grandes simios un alto porcentaje de nuestro propio ADN.
En la actualidad, estos majestuosos seres se encuentran en peligro de extinción. Según el último informe de la Fundación Dian Fossey para la preservación de los gorilas, se calcula que existen unos 1.000 ejemplares en la naturaleza en todo el mundo, repartidos entre Ruanda, Uganda y la República Democrática del Congo (RDC). Para reducir el riesgo de contagio al máximo, el personal de la fundación ha extremado las precauciones en las labores de protección que habitualmente realiza en el área de conservación de Nkuba (RDC) con 1.300 quilómetros cuadrados de extensión.
Solo monitoreo básico
«Como se pueden imaginar nuestro trabajo se ha visto muy alterado y la situación en el terreno está cambiando rápidamente, así que nuestros rastreadores se han mantenido en el bosque con nuevos protocolos de seguridad», asegura Donna Gorman, responsable de relaciones públicas de la fundación. Desde el pasado 16 de marzo se ha limitado al mínimo el tiempo de contacto con los gorilas que se dedicaba a hacer el monitoreo básico de su salud y lesiones. Las actividades normales de investigación se han suspendido. Después de cada avistamiento y evaluación, los equipos sobre el terreno se alejan 100 metros para mantener una distancia de seguridad prudencial.
«Afortunadamente nos encontramos en un área de conservación bastante remota de la República Democrática del Congo, y no nos hemos visto gravemente afectados por el brote de coronavirus», reconoce Gorman. Aun así, antes de introducirse en el bosque, todo el personal debe pasar controles de temperatura. Si una persona tiene fiebre o presenta síntomas se pone en cuarentena. El uso de mascarilla es obligatorio, y se ha implementado el lavado y la desinfección de manos con frecuencia. También se ha fomentado el teletrabajo y se han suspendido temporalmente las actividades que contaban con la participación de las comunidades locales para reducir el riesgo de exposición. Además, el museo que la fundación tiene en Musanze (Ruanda) permanece cerrado.
Desesperación económica
A pesar de sus esfuerzos, el peligro de contagio puede llegar por otras vías. A principios del mes de junio la Autoridad para la Vida Salvaje de Uganda (UWA) notificó la muerte de Rafiki, uno de los gorilas de espalda plateada más carismático del grupo de Nkuringo, en el Parque Nacional de Bwindi (unos 400 gorilas), a manos de cuatro furtivos. Los cazadores alegaron defensa propia, pero este incidente se ha conocido después de que conservacionistas y autoridades del gobierno ugandés advirtieran que la pandemia y la suspensión del turismo de grandes simios está llevando a personas desesperadas a la caza furtiva. El riesgo de transmisión del virus a los primates aumenta si, como consecuencia de la caza ilegal, hay más personas que entran en contacto con los gorilas, alerta la UWA.
En la RDC, en las comunidades locales situadas alrededor del área de conservación, los proyectos de jardinería, cría de animales y pesca continúan a pleno rendimiento para garantizar la seguridad alimentaria y los ingresos de los hogares, como forma alternativa de supervivencia fuera del hábitat del gorila. “Sin embargo, nos preocupa la posibilidad de que aumente la caza ilegal a medida que crezca el precio de los alimentos si el Covid-19 interrumpe las cadenas de suministros”, se lamenta Ivan Amani, gerente de participación comunitaria de la Fundación Dian Fossey.
Después de tres meses de congelación del turismo, el pasado 17 de junio la Junta de Desarrollo de Ruanda (RDB) anunció la reactivación del sector, así como la reanudación de los viajes internacionales para vuelos chárter. Desde el pasado 2 de julio es obligatorio el testeo a los turistas, tanto nacionales como extranjeros, que quieran visitar parques como el de Nyungwe o el de los Volcanes. Los nacionales deberán acreditar un no positivo dentro de las 48 horas previas a la visita. Para los turistas que lleguen vía aérea será necesaria una prueba negativa 72 horas antes de su entrada al país. «Las pruebas pueden reservarse por email o llamando por teléfono, y todos aquellos que den positivo no serán admitidos en los parques», advierte Clare Akamanzi, CEo de la RDB.