2 de Julio de 2013
Después de casi 24horas de viaje desde el aeropuerto de Barcelona, haciendo escala en Londres, al fin hemos llegado al aeropuerto internacional de Suvarnabhumi, en Bangkok. El golpe de sofocante calor nada más entrar en el finger ha sido como despertar en el acto de un largo letargo de avión refrigerado. Con unas temperaturas máximas de 33 grados y los niveles de humedad por las nubes, nos hemos dispuesto a sudar, mochila a la espalda.
Nada más pasar los trámites de inmigración, hemos cambiado algo de dinero a ”bahts”, la moneda local. El cambio en el aeropuerto está a unos 38,24 baths por cada euro. En la misma ventanilla de la oficina de “exchange” (cambio de moneda) nos han informado que la mejor opción para llegar hasta Silom Road (calle donde se encuentra nuestro hotel) era tomando el tren-metro. Debíamos tomar la City line del metro (línea “a ciudad”) desde el aeropuerto hasta la última parada (Phaya Thai). De allí tendríamos conexión directa con el famoso Skytrain línea S2 (tren del cielo), dejar atrás la conocidísima y bulliciosa parada de Siam, para terminar bajando en Sala Daeng, nuestro destino. Ya teníamos toda la información. Empezaba así nuestra aventura urbanita en una de las ciudades más populosas del mundo, con cerca de 15 millones de habitantes.
Desde la altura que nos procuraba el trayecto en este tren suspendido (Skytrain) hemos sido testigos de una vista privilegiada. Ante nuestros enrojecidos ojos (por la falta de sueño), se nos abría una inmensa jungla de casas y chabolas bajas, salpicadas de monstruosos rascacielos y carreteras elevadas. Como medio de transporte debo decir que se trata de uno de los más modernos y eficientes en los que he tenido la oportunidad de viajar. Desde el punto de vista arquitectónico he de confesar que es toda una aberración y una afrenta a la harmonía de la ciudad. Kilómetros de raíles asentados en enormes carriles hechos de bloques de hormigón, quedan colgantes a 10 o 15 metros de altura, dividiendo la ciudad en varias partes, cuál muros de “la vergüenza”. Y en medio de ese prodigio de la ingeniería o “aborto” arquitectónico, como se quiera ver, tuvimos la suerte de encontrarnos a “Kai”. Un chico muy amable que nos ha mostrado cómo comprar los billetes, nos ha guiado en los cambios de líneas y nos ha acompañado gran parte del camino. Una vez fuera del Skytrain hemos caminado aproximadamente una media hora por Silom Road, hasta llegar a nuestro hotel.
Bullicio y hervidero son dos de las palabras de nuestro diccionario que mejor definen las calles de Bangkok. El tráfico imposible. Las avenidas y callejuelas están repletas de coches y motocicletas dispuestas a atemorizar al peatón. Mientras en las aceras se dividen a partes iguales los puestos de venta de ropa, bisutería, complementos para teléfonos móviles, floristerías y cómo no, comida callejera.
Una vez duchados y recuperados nos hemos dirigido de nuevo al Skytrain pero esta vez hemos tomado una parada mucho más cercana a nuestro hotel, Surasak. Y de ahí al Night Market de Siam Paragon, un inmenso centro comercial abierto (aquél día) hasta las 12 de la noche. Allí, además de encontrar todo tipo de tiendas occidentales para comprar, el viajero se puede deleitar con la gran oferta gastronómica localizada en su planta baja. A modo de puestos callejeros de comida, pero situados dentro del centro comercial y con más garantías higiénicas, en Siam Paragon uno puede elegir entre una extensa variedad de platos de comida tailandesa y asiática. Hemos probado una brocheta de pollo con pimiento verde, carne de cerdo en tiras, rollitos vietnamitas, arroz con huevo escalfado y ternera. Y para refrescarnos un delicioso refresco de combinado de frutas.
Luego, para terminar la primera jornada, nos hemos perdido, -adrede-, por los puestecillos del mercado callejero situado a las afueras de la estación central de Siam. Allí puedes encontrar las típicas copias de marcas conocidas. Ropa de marca, gafas de marca, zapatillas de marca, complementos electrónicos, etc. Hemos hecho el amago de regatear varios precios para empezar a instruirnos en el que ya se ha institucionalizado como el pasatiempo preferido de los turistas. Lo hemos hecho sólo para hacer la prueba, a ver cómo reaccionaban los pacientes vendedores. Hay que decir que los tailandeses son duros de pelar.
Y entre megalíticos centros comerciales, pródigos mercadillos callejeros y mareas de caminantes, la noche nos descubrió a los primeros desheredados de nuestro viaje. Dos niños de muy corta edad, permanecían pidiendo limosna en uno de los accesos al Skytrain. Sus padres, también mendigos, les vigilaban de reojo, apostaos cada uno en las dos salidas. Tailandia es una tierra de contrastes.
Ya nos estáis dando envidia. Con vuestras explicaciones nos habéis transportado ahí.
Genial, me ha encantado. ¿Qué tal Si Lom Road para quedarse? Estamos entre esa zona y Kao san road o algo así. La verdad es que yo no me he puesto mucho a mirarlo mi compi es la que esta a tope con ello…