El fin de semana en Chinag Mai tiene un nombre: shopping. Existen dos grandes mercados callejeros uno para cada uno de los dos día. El Saturday Walking Street para el sábado noche y el Sunday Walking Street para el domingo. Los dos se sitúan en el centro de la ciudad. El primero en la calle Wua Lai y el segundo en la conocidísima Ratchadamnoen, tocando con el templo de Wat Phra Singh, que a su vez hace de punto de inicio del paseo nocturno.

Decenas de «farangs» o extranjeros ojeando puestos callejeros en el Sunday Walking Street, en Chiang Mai.
Caída la noche, la vida no se detiene sino que se ve acelerada por el ritmo trepidante de los centenares de puestos de comida y de souvenirs que inundan los dos sentidos de las calles. La gran mayoría cuenta con un techo cubierto con una sombrilla o un simple plástico, porque nunca se sabe cuando van a aparecer los monzones.
La oferta es inabarcable. Camisetas con una imagen estampada a 100 bahts cada una (unos dos euros y medio), pantalones de confección tailandesa por unos 180 bahts (cuatro euros y medio), una típica funda de cojín con el bordado de un elefante asiático o de un buda por 280 bahts (unos siete euros), un mochila de deporte copia exacta de una conocidísima marca por 1400 bahts (unos 32 euros), una copia de gafas RayBan, el modelo que sea, por 150 bahts (unos 3,75 euros), etc.
El olfato de buen comprador es necesario en estos mercados nocturnos. Mientras ojeas una estatuilla de madera de un elefante puedes degustar un arroz con huevos de codorniz. Para seguir acompañándolos con un par de brochetas de pollo al estilo “tandori” y un batido de plátano natural (todo por 160 baths, (unos 4 euros).

Unos deliciosos platos de huevos de codorniz hechos a la plancha en el Sunday Walking Street de Chiang Mai.

Brochetas de pollo y cerdo en uno de los puestos callejeros del Sunday Walking Street en Chiang Mai.
El afán consumista se ve acrecentado por los precios bajos y por el arte del regateo. En las guías leeréis que los tailandeses siempre dan un precio de partida entre dos y tres veces superior al que puedes llegar a conseguir. Y he de decir, efectivamente, que en cada tailandés anida un alma de vendedor, y ésta resulta ser dura de pelar. Normalmente lanzan el precio de salida al que el viajero, como un autómata, responde dos cosas básicamente: “expensive” (muy caro) o “cheaper” (más barato). A lo que, de la misma forma automática, el vendedor o vendedora ofrece un nuevo precio ligeramente inferior. En algunas ocasiones no bajan más de 10 o 20 bahts, y por mucho que insistas sólo conseguirás de ellos una sonrisa del tipo “este farang está loco”. “Farang”, curiosa forma que tienen los oriundos de referirse al extranjero. Tal y como en España nosotros utilizamos la despectiva expresión “guiri”.

Decenas de «farangs» o extranjeros se detienen en los centenares de puestos callejeros del Sunday Walking Street, en Chiang Mai.
Atentos por que el euro es la medida “oficializada” para poner valor a los productos. El precio de partida para objetos normalmente es de 100 bahts para las cosas no demasiado pequeñas (unos dos euros y medio). ¡Y ojo! Porque hay cosas que no valen ese precio. En cuanto a las comidas, puedes hacerte con un plato de noodles con pollo y verduras por 50 bahts (un euro y medio) y una botella de agua individual por 10 bahts. (25 céntimos de euro). No se suele regatear en los puestos de comida porque el precio sí que es verdaderamente asequible.

Los puestos del Sunday Walking Street inundan los templos cercanos como éste de Wat Pan Tao, en Chiang Mai.

El templo de Wat Pan Tao se encuentra en plena extensión del Sunday Walking Street por eso los monjes colocan carteles alertando a los turistas del mal comportamiento (Chiang Mai).
Para amenizar el crisol de personas, objetos, platos, olores y luces parpadeantes en medio de la noche de Chiang Mai, el viajero encuentra en su paseo algunos conciertos callejeros a cargo de personas invidentes. Como los de un grupo de ciegos, asentados en pleno asfalto, en formación de línea, y con las piernas entrecruzadas. Cada uno tocando un instrumento. Ya una guitarra, ya una rítmica batería improvisada, con unas campanillas o con simplemente la voz, como única “herramienta sonora”. En otros casos simplemente se forma un corrillo entorno a una persona “huérfana” de guitarra, o tambores. Con tan sólo un reproductor de música y un pequeño amplificador, cantan sus bellas melodías entornando los ojos hacia ninguna parte.

Un grupo de invidentes sentados en plena calle tocan y cantan durante el mercado callejero del Saturday Walking Street, (Chiang Mai).

Un grupo de invidentes sentados en plena calle tocan y cantan durante el mercado callejero del Saturday Walking Street, (Chiang Mai).
Y entre tanto bullicio se abren parsimoniosas hileras de sillas y banquetas. Improvisados salones que da cobijo a visitantes aquejados de dolores musculares, y a tailandesas que dan rienda suelta a sus manos en innumerables sesiones de masajes callejeros. Por unos 200 bahts (unos 5 euros) el turista puede rebajar la hinchazón de sus extremidades inferiores gracias a las manos expertas y precisas de los masajistas (que como digo son mayoritariamente mujeres).

Uno de los varios puestos callejeros donde tomar un masaje tailandés en pies y piernas, en el Saturday Walking Street, Chiang Mai.
El viajero tendrá que adaptarse al ritmo sin freno de pequeñas compras. En el mercado “gastronómico” callejero el primer impulso es lo que cuenta, sobre todo si se tiene la intención de probar cada día un manjar culinario diferente. Para los “souvenirs”, hay que tener algo más de calma y pasear sin prisas. Quizá en el puesto de más adelante se encuentre el mismo pantalón con elefantes estampados que se buscaba por algún que otro baht menos.