Iban a ser más de 24 horas muy pesadas, quizá las más pesadas, en lo que llevábamos de aventura. El recorrido que nos quedaba por delante era cruzarnos gran parte de Tailandia, desde Pai, al norte del país, hasta Bangkok, y de allí empalmar hasta Siem Reap, en Camboya. Para ello salimos en mini bus desde Pai a las 16.30h, con destino Chiang Mai. Fueron 132 kilómetros de una carretera repleta de curvas muy cerradas en la que el vehículo tuvo que salvar grandes desniveles.
Después de algo más de tres horas, llegamos a la estación de autobuses de Chiang Mai a eso de las 20h de la tarde . De allí salimos en un autobús Gold Class a las 22.00h rumbo a Bangkok. Pasamos toda la noche viajando hasta llegar a la capital, Bangkok. Arribamos muy pronto a la mañana siguiente, a eso de las 07h.
Tomamos un taxi que nos llevó por unos 39 bahts (casi un euro) a una de las dos grandes estaciones de autobuses, -de largas distancias-, de Bangkok llamada Chatuchak, coloquialmente conocida como Mo Chit. Allí tomamos otro autobús a las 09.30h que debía llevarnos hasta Aranyaprathet, la última población tailandesa tocando con la frontera con Camboya. El billete nos costó algo así como unos 120 bahts (unos tres euros).
Tardamos algo más 4 horas en llegar hasta la última población tailandesa. Sin dar mucha información llegó el momento en el que el conductor abrió la puerta y nos invitó a bajar. Eran cerca de las 14h del día siguiente. Desde que salimos de Pai, ya llevábamos 21 horas y media viajando. No importaba el cansancio porque desde el cristal veíamos a varios tuk tuks alrededor del autobús ofreciendo sus servicios como un enjambre de abejas exictadas. Tendríamos que regatear.
Compartimos con otra pareja de viajeros uno de esos híbridos, medio motocicleta medio camioneta por 40 bahts cada uno (un euro). El recorrido fue poco más de un kilómetro y medio. A ver quién era el valiente que se ponía a caminar bajo un sol abrasador y cargado como una mula. Además en la frontera, todavía no lo sabíamos, pero las cosas irían para largo.
Sabíamos por foros y páginas de Internet que no debíamos hacer caso del variopinto personal que se concentra como abejas a la miel en la zona fronteriza. Aunque muchos lleven al cuello una “credencial” de personal de frontera, lo más probable es que intenten timarte. Lo más común es que los conductores de tuk-tuk te dejen a la puerta de un edificio donde te hacen el visado pero te cobran más que si siguieras adelante y pidieras que te lo hicieran directamente en el puesto de la frontera.
Así pues insistimos al conductor que nos llevara a la frontera y no a ningún otro lugar, este asintió con la cabeza repitiendo “border, border” (frontera, frontera). Aún así nos dejó en un punto desde el que tuvimos que caminar un poco más hasta llegar al puesto tailandés.
Antes tuvimos que cambiar algunos bahts a dólares. La moneda que funciona mayoritariamente en Camboya es el dólar estadounidense. Aunque también se puede utilizar la moneda local llamada “riel”. Un dólar se cambia en los comercios por aproximadamente 4.000 rieles. Aunque en muchos lugares es mejor utilizar la moneda norteamericana como por ejemplo para obtener el visado de Camboya.
Una vez que estás en Tailandia si quieres cruzar a Camboya es mejor que lleves contigo dólares desde España. Eso se debe a que, una vez ya estás en el país, la única forma de conseguirlos es cambiar euros por bahts (pierdes dinero en el cambio) y luego de bahts a dólares (vuelves a perder dinero). Siempre, claro está, puedes sacar directamente dólares de los cajeros, una vez estés en Camboya. Pero a decir verdad, no vi ningún banco o cajero en la frontera. Además la ciudad a la que íbamos a ir era Siem Reap y estaba a más de tres horas en autobús del puesto fronterizo.
Recapitulando, llegamos a la frontera con dólares en nuestro poder. Rellenamos el formulario de salida de Tailandia que nos habían dado cuando llegamos el primer día, en el aeropuerto. Luego caminamos unos 200 metros hasta una indicación que rezaba: “para hacer visados girar a la derecha”. Nos dirigimos recelosos hacia un edificio bajo con varias banderas de Camboya. Allí nos esperaban varios policías camboyanos con pinta de “mafiosos”. Repartían un formulario de llegada. Lo rellenamos. Y en el momento de acceder a la ventanilla: sorpresa.
Primero y muy importante. Es necesario llevar con vosotros una fotografía de carnet. Si no, te cobran 100 bahts (unos dos euros y medio). Parte dos. Puedes pagar con dólares o con bahts. ¡Pero ojo! Si pagas con bahts has de abonar 800 (unos 25 dólares al cambio) y si pagas con dólares la cantidad se reduce a 20$. De ahí la importancia de llevar en mano dólares. Aún así, todavía queda la parte tres. Aunque pagues con dólares, los descarados policías de frontera camboyanos te enseñan un papel escrito a mano donde pone que además de pagar 20$ has de abonar 100 bahts más. Con lo que en total acabas pagando 23 dólares al cambio. Menudo sobresueldo se sacan esos tipos…
Bien, una vez hecho el visado necesitamos algo de paciencia. La cola que se formó para que nos dieran el sello de entrada al país nos hizo retrasar cerca de una hora más. Mientras la burocracia llevaba su curso, nos pudimos distraer viendo las escenas que se iban sucediendo. Un tránsito incesante de personas caminando en las dos direcciones posibles: Camboya-Tailandia. Camboyanos arrastrando carros de madera cargados con todo tipo de mercancías, muy por encima de sus posibilidades. Personas entrando en los numerosos casinos que ocupaban la “avenida principal” de la frontera (en territorio camboyano). Jovencitas vestidas con vestidos cortísimos y zapatos de tacón, presumiblemente trabajadoras de dichos centros de juego.
Pero sobre todo muchos merodeadores. Algunos de ellos con credenciales colgadas del cuello que “pretenden” ayudarte. Hablando con otros viajeros estas amables personas les habían hecho algunos de los trámites por más dinero. Así que desconfiad de estos buenos samaritanos hasta que tengáis el sello de entrada al país. Para el que por cierto, tendréis que rellenar un nuevo formulario.
En general los policías fronterizos camboyanos no destilan simpatía. Más bien parecen disfrutar haciéndote volver loco con tanto trámite y tan pocas explicaciones. Aún así, en cuanto tengáis el sello vais a comprobar cómo la situación de caos nervioso de la frontera se convierte en una ordenada y fácil cooperación. Varias personas indican donde tomar el autobús gratuito hacia la estación de autobuses internacional de Camboya.
Una vez llegamos allí se nos presentaron varias opciones. Autobús, furgoneta pequeña, o taxi. Nosotros tomamos la más económica. Nueve dólares por más de tres horas de trayecto hasta Siem Reap, nuestro destino. En total invertimos casi treinta horas de viaje y tomamos seis medios de transporte entre autobuses, taxis y tuk tuks. ¡Camboya allá vamos!