Hoy estaban llamados a votar en las urnas 49 millones de Tailandeses en medio de un clima político y social polarizado por las dos élites del país. La tradicional encauzada por el Partido Demócrata (predominante en el norte del país) y personificada en los militares, la burocracia y la corte, contra Bangkok y el sur, con una incipiente y boyante nueva clase rica. La primera ministra Yingluck Shinawatra del partido Pheu Tahi (actualmente en el gobierno) encarna el nuevo poder de las clases medias y asalariadas, además de los pobres del campo, como ya hiciera su hermano mayor Taksin Shinawatra, ex primer ministro.
Taksin, ahora exiliado en Dubai para evitar cumplir una condena por corrupción de dos años de cárcel, representó un amenaza creciente para el poder tradicional que ha intentado derrocarlo mediante golpes militares, o como se conocen en Tailandia, golpes legales, según informa Naira Galarraga, enviada especial de EL PAÍS. Algunas de las medidas tomadas por Taksin mientras era primer ministro como universalizar una atención sanitaria a algo menos de un euro por consulta o la implantación de un salario mínimo, acabaron por sublevar a la élite tradicional, informa Naiara Galarraga.
Ahora la hermana pequeña de Taksin, Yingluck Shinawatra está al frente de un gobierno acuciado por protestas de corrupción y por aquellos que quieren despojarla del poder. Para intentar zanjar la crisis abierta en el país convocó elecciones generales anticipadas que a vista de muchos no van a conseguir acallar con las protestas por una eventual victoria de su partido, informa EL PAÍS.
Concentrados en campamentos urbanos bajo las siglas de Comité Popular para la Reforma Democrática (CPRD), los opositores toman las calles desde hace meses y plantan cara al partido gobernante el Pheu Thai, en el día de hoy más que nunca, boicoteando las elecciones allá donde son más fuertes, en Bangkok la capital, y el sur, informa EL PAÍS.
Al menos en 28 circunscripciones del país no se ha podido votar por la presión de la oposición que ha amedrentado a los candidatos la presentarse a estos comicios, según informa Naiara Galarraga, enviada especial de EL PAÍS. Eso sin contar los casos en los que los manifestantes han impedido la entrega de votos en tantas otras mesas electorales de la capital y el sur, informa Galarraga desde Bangkok.
Una jornada electoral en la que no se han registrado incidentes violentos (200.000 policías y 7000 soldados -informa Naiara Galarraga- han velado por la seguridad en este día) pero que ha sido un fiel reflejo del momento convulso que vive la sociedad tailandesa, en desde el pasado mes de noviembre ha visto como 10 personas han perdido la vida en diferentes enfrentamientos entre la policía y los manifestantes, informa EL PAÍS.
Muchos de los opositores se concentran desde hace meses en siete acampadas situadas en cruces neurálgicos en la capital del país de las mil sonrisas, Informa Naiara Galarraga. Una de estas concentraciones se encuentra en el Parque de Sanam Luang, muy cerca del muro que encierra uno de los lugares más visitados por lo turistas, el Grand Palace. Allí, entre precarios puestos hechos a base de barras de hierro, palos de madera y lonas, que hacían las veces de para-soles, pude observar el pasado mes de julio de 2013 como los opositores al gobierno tomaban posiciones. A continuación reproduzco un artículo en donde relataba la existencia de colectivos indignados en Tailandia y Camboya.
EN TAILANDIA Y CAMBOYA TAMBIÉN HAY INDIGNADOS (julio de 2013)
El 15 de mayo de 2011 llegaron para quedarse unas pocas tiendas de campaña a la Puerta del Sol de Madrid. La noche siguiente un reducido grupo de «temerarios» hacía lo mismo en la Plaza de Catalunya, en Barcelona. Era el preludio del movimiento de indignados del 15M que pronto se extendería a plazas de otras ciudades españolas. Miles de personas ocuparon el espacio público para mostrar su malestar por una devastadora crisis económica y por una clase política salpicada de escándalos de corrupción.
En Bangkok, en el parque de Sanam Luang, muy cerca del tridente turístico conformado por: el Gran Palace, el Wat Pho y el Wat Phra Kaew, se extiende una gran consecución de tiendas de campaña, toldos y pancartas. Y bajo esos plásticos, haga calor o humedad, llueva o refresque, impertérritos toman posesión de sus legítimos «asientos», los indignados tailandeses.
Indignados organizados por el colectivo auto denominado “V for Thailand” protestan para echar del gobierno a la primera ministra Yingluck Shinawatra, líder del controvertido Partido del Poder del Pueblo. Forman parte personas de todas las edades. Es fácil ver ancianos estirados bajo la lona o entablando conversación con otros. También jóvenes, algunos incluso se han instalado su propia televisión. Cualquier cosa sirve para que pasen más rápidas las largas horas de resistencia. Llevan más de dos meses ocupando este céntrico parque en la capital. No obstante, no es baladí ya que es el mejor escaparate a nivel internacional para dar a conocer sus demandas. Aunque a pesar de su proximidad con los lugares de peregrinación turística en Bangkok, lo cierto es que no es común ver demasiados occidentales pululando entre las tiendas.
Según uno de los manifestantes «protestamos en contra del gobierno no de nuestro Rey». «Protestamos en contra de un gobierno que nos llevará a la situación del corralito argentino». Los enfrentamientos con la policía de momento no han sido violentos, tan sólo un pulso para sopesar la fuerza de unos y otros. Pequeñas escaramuzas que no amedrentan el ánimo de los manifestantes que de momento seguirán acampados. Algunos manifestantes, igual que el inmenso Buda reclinado del cercanoWat Pho, pasan el tiempo recostados pensando en la revolución.
En uno de sus países vecinos, en Camboya, únicamente pueden pensar en su malestar pero no llevarlo a las calle en forma de protesta. Las elecciones presidenciales en Camboya son el próximo 28 de julio de 2013. Parece que no va a haber cambios en el signo del poder. El Partido del Pueblo Camboyano, a la cabeza del cual está el primer ministro del país Hu Sen, lleva más de treinta años dirigiendo el devenir del pueblo camboyano.
Según Toeur, uno de nuestros guías, la corrupción corroe todo el sistema. Desde el empleado público hasta el mismísimo primer ministro. «Hay muchas cosas que se han hecho mal», se lamentaba. El 80% de la selva camboyana ha desaparecido en los ultimas años. El gobierno mantiene acuerdos con empresas extranjeras para que éstas deforesten los bosques sin contemplaciones. No hay industria, todos los vehículos son importados de China o Corea, por ejemplo. Y mientras tanto, la mayoría de la población vive bajo el umbral de la pobreza.
Para Toeur en estas próximas elecciones no va a haber el tan ansiado cambio. Existe mucha desinformación sobre las cosas negativas que hace el gobierno, sobretodo entre la población rural. Por lo que siguen decantándose por el voto conservador. Mejor malo conocido que bueno por conocer. Y no hay que olvidar que sobre la mayoría de hogares camboyanos sobrevuela el fantasma a que ocurra un nueva guerra civil. El partido en el gobierno controla a los militares, así que nuestro guía cree que a Hu Sen no le temblaría la mano en disponer de ellos en un hipotético resultado negativo en las urnas. Además el premier camboyano sabe que cuenta con el apoyo de su «fiel y poderoso amigo» el régimen comunista chino.
Para contrarrestar esta tiránica situación Camboya cuenta con una única esperanza: su población. La mayoría joven, muy joven. Y muchos de esos jóvenes empiezan a tener una buena educación. Sorprende, por ejemplo, lo bien que hablan Inglés en comparación con los tailandeses. Se trata de una generación incipiente de chicos y chicas que empieza a ser consiente que hay vida después del «comunismo» que ha llevado a cabo su gobierno, después de 30 años.
Cuando preguntamos a nuestro guía sobre cuál es su opinión a cerca de las últimas revoluciones en Túnez, Egipto, o Libia encabezadas por jóvenes como los de su país, como él mismo, Toeur adopta una expresión contrariada. «Nosotros no podemos hacer nuestra primavera camboyana, en nuestro caso el ejército está con el gobierno, y no con la población.» Su expresión se vuelve aún más sombría y prosigue. «Cuando se sucedían las revoluciones de los jóvenes en los países árabes nuestro presidente Hu Sen ya nos advirtió”, responde con un resquicio de amargura. Y continúa, “el utilizó una expresión un tanto macabra pero del todo efectiva. Si los jóvenes camboyanos se revelan, cerraremos las puertas y ataremos a todos los perros». No hace falta decir nada más.