
Òscar Camps, fundador y director de Proactiva Open Arms.
Esa es la parte menos mala. Lo peor, lo insoportable son los 3.024 ahogados en el mar de los que se tiene registro oficial. Aunque Òscar Camps, “Catalán del año”, fundador y director de la ONG, asegura que “hay que añadir a muchos miles de desaparecidos que no tenemos noticias de ellos”. Normalmente, en un naufragio, a no ser que sea muy reciente y que estén allí ni siquiera se contempla en las cifras, se habla siempre de “desaparecidos”. En muchos casos es la propia familia o acompañantes los que cuentan a sus salvadores que había otra barca más que no se encuentra.
El pasado 29 de julio Proactiva realizó 470 rescatados y entre ellos había dos hermanos de 11 y 12 años que se habían quedado huérfanos. Se habían visto obligados a escapar de la costa Libia, dejando atrás a su madre. Camps relata disparos, asesinatos y violaciones masivas de mujeres por parte de las mafias, antes de que los supervivientes, aún maltrechos, pueden lanzarse al mar. La inestabilidad de Libia, con tres presuntos gobiernos que pugnan por el poder convierte el viaje –ya de por sí penoso y arriesgado- en un auténtico martirio. “La manera en la que se vende el país es a tiros”, reflexiona Camps. Se dispara a los refugiados. Ellos mismos lo cuentan, pierden a sus familiares y amigos en la costa. “Son atacados constantemente porque todo el mundo tiene armas, hasta los niños”, asegura Camps. En cuanto llegan a Libia, son esclavizados, están a merced de los traficantes que los obligan a trabajar en los campos durante meses hasta que consiguen huir. En el peor de los casos los secuestran para pedir dinero a sus familias.
Una vez logran embarcar, completamente traumatizados, todavía el destino les tiene reservado el penúltimo revés. En Libia, el modus operandi de los traficantes es muy diferente a cómo se hacía en Grecia o Turquía. En la Parte del Egeo, al haber siete u ocho millas de distancia de un continente a otro hacía que fuera bastante más sencillo para los refugiados ver el otro lado. “Sabían que les esperaban, aunque muchos tampoco llegaban”, se lamenta Camps. Pero en el caso del Mediterráneo central, del canal de Sicilia y de las costas de Libia, no se ve nada, tan sólo el inmenso azul. Hay 120 o 130 millas hasta que se logra llegar a tierra, a las costas de Malta o de Lampedusa.
“No están preparados para llegar a esa distancia, simplemente les preparan para llegar a aguas internacionales, para recorrer entre 12 y 20 millas y quedarse a la deriva y tener la suerte de que alguien les vea y les rescate, sino se quedan allí”, explica Òscar Camps, director de Proactiva Open Arms. Ante esta situación, la ONG aplica el protocolo de actuación. Su función es llegar a la zona, asegurarles la vida y garantizársela hasta que sean trasladados a un barco oficial de la administración que les lleve a tierra firme, como es su obligación. “A partir de aquí lo que ocurre es muy triste”, apunta Camps. “No te ayuda demasiado, cuando estás salvándoles la vida y les ves la cara de frustración, decirles que van a ser encerrados en un CIE en Sicilia, que serán deportados a cualquier país y que se han jugado la vida para nada”, sentencia el director de Proactiva.
Desde Proactiva Open Arms hacen su parte, aunque no dudan en señalar hacia las administraciones públicas como verdaderos culpables del sostenimiento de esta dramática situación. Los 3.024 ahogados en el Mediterráneo es una consecuencia directa de la inacción deliberada de los 28 gobiernos europeos. “Vamos a recordarlo constantemente que no se está gestionando esta crisis como se debería, no se puede seguir vulnerando los derechos como se está haciendo”, denuncia Òscar Camps. Este «Catalán del año» volverá a embarcarse en 15 días. Hay cosas que le gustaría no haber visto y vivido antes.»No podemos obligarles a pasar por el tamiz del mar, a que el mar sea la frontera más mortífera, a convertir el mar en un arma de guerra».