¡Jaleo!

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Jaleo en la plaza mayor de Es MErcadal (Menorca).

La arena descansa quieta sobre el alquitranado de la plaza mayor de Es Mercadal, en Menorca, ansiosa de pezuñas de caballo que la batieran. En el cielo, varias hileras de bombillas. Frente a la sucursal del Santader, un escenario portátil con sillas, como para una orquesta. Es 10 de septiembre y la onomástica de Sant Nicolau únicamente puede significar una cosa: “jaleo”. Se oye a unos turistas despistados preguntar en uno de los dos bares-restaurantes por los caballos. “A eso de las ocho de la tarde”, indica un parroquiano. “¿Un caballo?”, inquieren los novatos. “Por lo menos sesenta”, concluye el oriundo. Mientras, en la panadería Sa Plaça, siguen vendiendo las “banyas de sobrasada” que tanta buena salida tiene.

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Caixer montado en su caballo, Es Mercadal (Menorca).

Desde las cinco de la tarde, el pueblo es un pueblo en fiestas. Un ir y venir de vecinos vestidos de domingo, esquivando turistas en chancletas. Y todos, apartándose expectantes cada vez que el chasquido de los cascos delataba el trote elegante de caballos montados por “caixers”, los jinetes baleares. Vestidos con riguroso frac negro, botas de montar también negras, contrasta con las calzas y las camisas blancas. Rematan el vestuario con una pajarita negra o blanca. Aunque el negro se impone en el color de sus sombreros.

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Caballo rampante ante el capellán caixer, frente a la iglesia de Es Mercadal (Mernoca).

Un reguero de personas en una cuesta desvela lo que vendrá después. Es la que va a dar a la iglesia de Es Mercadal. La arena también se asienta frente a la oficina parroquial. Allí los jinetes presentan sus respetos al capellán caixer, que se mantiene de pie y sonriente a las puertas de la iglesia. Ataviado con el mismo vestuario, únicamente el alzacuellos y la capa, le distinguen del resto de caixers. Doblando la esquina, el negro azabache del caballo menorquín reluce cual acero al sol ante la mirada de los presentes. Entran uno tras otro con sus jinetes a horcajadas. Todos los caballos rícamente enjaezados, cabezadas, crines y colas cortas decoradas en recogidos terminados en trenzas, de verdes, rojos y otros colores.

Cada jinete se quita el sombrero en señal de respeto, primero al clero y luego a la concurrencia congregada. Monturas y caixers todos trotan decididos hacia el cura, al que le dedican una reverencia antes de prepararse para una salida triunfal. Es el momento que todos esperan. A una señal del jinete, el caballo levanta las dos manos, soportando su peso, y el del caixer, sobre sus dos patas traseras. Se crea así una vertical casi perfecta. Cada caballo se esfuerza por mantenerse. El jinete también echándose hacia atrás, pero no demasiado. Respiración contenida del público. Los músculos tensos de los animales brillan con el sudor. Mientras los ojos parecen salirse de sus cuencas oculares. Pareciera que los caballos regalaran su rostro más espantado. Los más aplaudidos son los que consiguen desplazarse “a dos patas” durante más tiempo.

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Caballo rampante ante el capellán caixer, frente a la iglesia de Es MErcadal (Menorca).

Los minutos se detienen hasta que las dos manos delanteras de los caballos acaban reposando en la arena, dejando tras de si una nube de polvo. La gente arremolinada aplaude, el jinete respira satisfecho y el animal más. Así, uno después de otro, repitiendo todos una magnífica coreografía de caballos rampantes. Sorprende la destreza de jinetes y la tranquilidad de los equinos. Gritos, bocas abiertas y una exclamación generalizada en el ambiente. En la enésima levantada se produce la única caída del día. Caballo y jinete caen desequilibrados, vencidos por el peso. A pesar de lo aparatoso del lance, la amazona se levanta, y continúa la fiesta.

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Jaleo en la plaza mayor de Es Mercadal (Menorca).

Ocho en punto. La plaza se convierte ahora en el escenario de las verticales más espectaculares. En el escenario, las sillas, que antes permanecían vacías, acogen ahora a una charanga que entona un pasodoble. Irrumpen en la “pista de baile”, el cura y otro jinete a lomos de sendos caballos. Ellos abren la comitiva. Se dirigen directamente a los músicos a los que presentan sus respetos, antes de iniciar el “jaleo”. Dibujando cintas y algo parecido a círculos, en el espacio vacío que dejan los espectadores sobre la arena. Los jinetes, cada uno por turnos, ponen a sus monturas a dos patas. Amigos y espontáneos se acercan a los animales. Desde el suelo, alargan brazos, equilibrando a los jinetes sujetándolos con las palmas de las manos por la espalda. Otros pican las manos delanteras incitando a los caballos a levantarlas. Los más siguen el movimiento que dibujan caixers y animales intentando no resultar pisados por las pezuñas.

 

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Jaleo en la plaza mayor de Es Mercadal (Menorca).

El baile continúa hasta que todos pasan, cierran el párroco y su compañero, y la música deja de sonar. Pero aunque el jaleo termina en la plaza mayor, el trotar sigue por las calles de Es Mercadal, hasta que el reloj marca las 22.30h de la noche. La fiesta continúa, la pomada corre a ritmo del éxito del verano.

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