El cañon del río Lobos cuenta con 25 kilómetros de longitud y conecta las provincias de Soria y Burgos. Cubierto por un manto de pinos en las partes más altas, desaparece al borde de los desfiladeros dejando ver su majestuosa caída totalmente pelada.
En la parte más baja, el agua del río Ucero corre dejando atrás los meandros mientras en la roca una sombra móvil advierte el vuelo alto de los buitres leonados. El buitre es el rey de este paraje. Con las alas extendidas abarca los dos metros de largo. Sobrevuelan aquí y allá estos animales carroñeros dibujando repetidos círculos oteando sus vastos dominios.
A poco camino a pie se encuentra la ermita de San Bartolomé. Una construcción del tardorrimánico. El descuidado retablo central muestra al santo, espada en mano, pisotenado victorioso sobre Belcebú. La ermita está a los pies de la gran entrada a una inmensa cueva de la edad de bronce.
En realidad son dos estancias, una más grande, y otra más menuda. El cuadro explicativo a la entrada reza que en el interior se pueden observar algunas pinturas rupestres. Pero, a parte de la negruzca roca tintada a base de innumerables fuegos encendidos a lo largo de la historia, poco más se puede advertir.
De regreso, a la caída del sol, la la luz crepuscular se cuela por un orificio en el cañón hecho por la mano del tiempo y la naturaleza