
De izquierda a derecha: Àngela Pérez-Chuecos, Arbia Jebali, Aicha Bacha y Saliha Ben Ali. Diego Sánchez
“Perdóname, mamá, perdóname, estoy en Siria para ayudar a esta gente, nadie más puede hacerlo”, escribió en su Facebook Sabri Refla, -joven belga de 19 años-, con la esperanza de conseguir la absolución de Saliha, su madre. Hacía cuatro días que su familia no sabía nada de él, y en su habitación todas sus cosas estaban intactas. “Había cambiado, ya no quería escuchar música ni jugar al baloncesto –su pasión-, había abandonado a sus amigos de toda la vida, y ya sólo hablaba de sus hermanos de religión”, recuerda Sahila Ben Ali, su madre. En el año 2014 la Organización de las Naciones Unidas reconoció el papel esencial de las mujeres contra el radicalismo. “La mujer, como madre, tiene un papel primordial porque es la que observa a su hijo y sabe si su comportamiento es diferente”, asegura Arbia Jebali, presidenta de la asociación Free Sight (Visión Libre) en Túnez.
Abou Tourab, nombre de guerra
En agosto de 2013 Sabri Refla voló de Bélgica hasta Turquía. Allí tomó un autobús hasta la frontera con Siria, como tantos otros. Iba acompañado por otro amigo que también quería hacer la “yihad”. En Alepo le bautizaron como Abou Tourab, era su nueva “kunia”, o apodo como combatiente. Su proceso de radicalización en Bruselas fue muy rápido, tan solo dos meses y medio. Le captó para Al Qaeda un belga convertido al Islam que había cumplido condena por tráfico de drogas. “En el barrio, Sabri estaba muy presionado, debía elegir entre formar parte de un grupo de extrema derecha, o sumarse a otro que profesaba el salafismo más radical”, apunta Saliha.
“Cuatro mese después de que Sabri se hubiera ido a Siria, alguien llamó a casa preguntando por el padre de Abou Tourab”, recuerda Saliha. “Mis felicitaciones, vuestro hijo ha muerto como mártir en Siria”, estas fueron las palabras del “emir”, –líder del grupo de combatientes al que pertenecía Sabri-, desde el otro lado de la línea telefónica. Aún hoy la familia no sabe dónde murió, ni en qué condiciones. Tampoco ha logrado recuperar el cuerpo de su hijo. Según la versión oficial del gobierno belga, Sabri murió en un ataque kamikaze en la ciudad de Mossul, Iraq.
La mujer es la que explica qué es la yihad
Tras la marcha, y luego muerte de su hijo, Saliha dejó su trabajo de más de dos décadas como asistenta social y decidió crear la asociación Save Belgium, desde la que intenta sensibilizar a la gente sobre la diferencia entre Islam y radicalismo. “La madre tiene un papel esencial en la educación de sus hijos, es la que explica que hay dos tipos de yihad, el que hace referencia a un concepto más universal, que apuesta por la paz, y el más radical, el que tiene que ver con el combate”, remarca Aicha Bacha, investigadora sobre la transmisión intergeneracional de la radicalización de la violencia en la Universidad Libre de Bruselas. “La madre explica a su hijo que hacer la guerra va en contra de la verdadera yihad, que es la doctrina de hacer el bien al otro, y a uno mismo”, reflexiona.
Las madres, el mejor detector contra el radicalismo
Desde el corazón del barcelonés barrio de El Raval, la asociación Darna también trabaja para la prevención del radicalismo islámico y la desradicalización de los jóvenes. “Las madres pueden ser el mejor detector de posibles procesos de radicalización”, explica Àngela Pérez-Chuecos, responsable del área de jóvenes de Darna. Gracias al asesoramiento de educadores, psicólogos, criminólogos y especialistas en terrorismo internacional, los dos gemelos de Nabila –nombre ficticio de la madre-, y residentes en Badalona, consiguieron escapar de las redes de ISIS, cuando ya estaban en avanzado estado de radicalización, en 2015. “El problema del barrio es la violencia que ya hemos detectado vía hurtos, robos y consumo de drogas. Esas conductas pueden acabar degenerando en radicalismo yihadista”, alerta Pérez-Chuecos.

Àngela Pérez-Chuecos, responsable del área de jóvenes de Darna. Diego Sánchez
Las chicas que hacen la yihad van a buscar a su “príncipe mártir”
Desde Save Belgium han atendido a 18.000 jóvenes en riesgo de radicalización. “Hay algunos que van al combate porque quieren, otros por problemas psicológicos, otros por convicción religiosa, hay quien va para emular a sus ídolos, y los hay que han sido discriminados en la sociedad en la que viven y tienen problemas de identidad”, describe Aicha Bacha, investigadora del CECID de la Universidad Libre de Bruselas. “Las chicas que hacen la yihad, tienen otras motivaciones, van en busca de su príncipe mártir, o siguiendo a sus novios o maridos, que han sido radicalizados”, señala.
Según cifras oficiales, entre 2012 y 2015, 652 jóvenes belgas, entre ambos sexos, con edades comprendidas entre 13 y 27 años, han viajado a zonas de conflicto. “La edad de los terroristas siempre es la misma, entre la adolescencia y los primeros años de la juventud. En el caso de Túnez, la mayoría de chicos que se han ido a hacer la yihad tienen estudios científicos, eso nos debería hacer reflexionar”, incide Arbia Jebali presidenta de la asociación tunecina Free Sight. Desde su organización fundada tras la revolución, Arbia pone en valor el papel de la mujer en la prevención del radicalismo islámico, desde sus diferentes roles en la sociedad. “Desgraciadamente miles de nuestros jóvenes se han ido a combatir a Siria o Iraq”, apunta.
La madre es el último freno ante la radicalización
Free Sight tiene como objetivo aplicar, en territorio tunecino, la Resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas “Mujer, Paz y Seguridad”, aprobada por unanimidad en el año 2000. Dicha resolución aboga por que las partes en un conflicto respeten los derechos de las mujeres, y destaca su rol preponderante en la prevención y resolución de conflictos armados. “Hemos conseguido que muchos jóvenes desechen la idea de enrolarse en el ISIS, también hemos dado apoyo a las familias que tienen hijos que se han ido a la guerra”, recuerda Arbia Jebali. “Dentro del Islam, la mujer tienen una relación muy próxima con sus hijos, es como el cordón umbilical. Cuando hablas con los chicos te dicen que la madre es algo inviolable, es realmente su último freno ante la radicalización”, asegura Àngela de la asociación Darna.

Aicha Bacha, investigadora del CECID de la Universidad Libre de Bruselas. Diego Sánchez
El sentimiento de culpa rompe a las familias
En numerosas ocasiones, la marcha de un hijo para ir a hacer la yihad supone un golpe irreparable para el núcleo familiar. Las familias son estigmatizadas, se les coloca la etiqueta de terroristas. Muchas parejas acaban separándose, uno culpa al otro de ser el responsable de lo sucedido. “En nuestra asociación trabajamos mucho con el sentimiento de culpa”, reconoce Saliha, presidenta de Save Belgium. La responsabilidad siempre es compartida y en un proceso de radicalización intervienen muchos factores que pueden pasar desapercibidos para los progenitores. Aunque según los expertos hay un patrón que se repite. “Cuando hemos hablado con jóvenes que se encuentran en riesgo de radicalización siempre hemos detectado que hay un evidente problema de comunicación con el padre, el progenitor no está presente”, reconoce Saliha.

Arbia Jebali presidenta de la asociación tunecina Free Sight de Túnez. Diego Sánchez
Armas de mujer contra la radicalización
Estamos poco a poco abandonando el modelo patriarcal en el que el padre aporta la seguridad en general a su familia, y la madre, la seguridad emocional. Ahora, cada vez más es la madre árabe la que aporta tanto la seguridad emocional, como la económica. La figura paterna cada vez queda más desdibujada. “Debemos implicar más al padre en el contexto familiar para evitar el riesgo que supone el radicalismo”, asevera Saliha desde Save Belgium. La dificultad añadida en el caso de las familias musulmanas es que hay muchos tabús como la religión, la identidad o la sexualidad. Por eso, es habitual que los hijos opten por buscar respuestas en la calle, que es donde se encuentra el peligro. “Si damos a las madres las herramientas para que puedan dar buenas respuestas a sus hijos, entonces tendrán las armas necesarias para luchar contra cualquier tipo de radicalización, ya sea ideológica, religiosa o política,” incide Aicha Bacha, de la Universidad Libre de Bruselas.